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Mirador de lobeira

El apogeo demográfico en O Salnés

Que en plena pandemia aumente la población es la paradoja más difícil de explicar, casi un contrasentido o una burla de la naturaleza. Pues es lo que pasa en O Salnés: Vilagarcía ronda los 38.000 habitantes, Meis y Ribadumia también suman positivos y A Illa, a falta de recuento oficial de Estadística (el tan mentado INE) vuelve a sobrepasar el listón de los 5.000 vecinos.

Serán los sociólogos quienes tengan que explicar esta evolución tan extraña a ojos de un profano, pero todo parece indicar que existe una aplastante lógica demográfica en la que nada tiene que ver un aumento de nacimientos, que no es el caso, ni una disminución del número de defunciones, que tampoco.

La causa parece estar más relacionada con otros factores más mundanos, de simple confort, pues vivir a orillas del Atlántico arousano es un verdadero lujo, aunque es cierto que faltan todavía muchos servicios por ofrecer.

Las comunicaciones terrestres dejan que desear, la asistencia sanitaria tiene carencias puestas de manifiesto día sí y día también, las transmisiones telemáticas sufren lagunas, la protección del medio ambiente continúa en pañales por un deficiente saneamiento y el abandono de las cordilleras del Xiabre, Monte Lobeira o Armenteira, por citar solo algunas. Aún así, pesa mucho más el bienestar que sin duda proporciona vivir en la comarca más turística de Galicia con localidades como Sanxenxo, O Grove, A Illa o Cambados cuya fama se extiende a lo largo y ancho de la piel de toro.

Es su atracción magnética. Primero por la belleza sin par de la costa arousana pero también por su gastronomía, como se comprobó en la visita de los inspectores Michelín que concedieron la segunda estrella al Culler de Pau y mantuvo la de Yayo, o por el suave clima de un espacio declarado como reserva de la biosfera.

Se podría continuar con una retahíla de bondades de una comarca que puede presumir de ser el corazón de Galicia -Meaño defiende esta marca-, no en vano su vinculación con Compostela data de la época de Vespasiano. Como no recordar la Translatio y la Ruta del Mar de Arousa que seguro se pondrán en valor este año tan pronto como se derribe la puerta santa de la catedral compostelana.

En suma paisaje, clima, gastronomía junto con patrimonio suman a una oferta que no solo atrapa a cientos de miles de turistas todos los años sino que convierten la comarca en un lugar único para vivir con todas las comodidades. Al menos así parece.

Puesto todo ello en valor, poas explicaciones bastan para entender que se produzcan estos cambios de residencia que este año reflejará no solo el INE sino que quedarán igualmente marcados en los libros de matrícula de centros educativos, cartillas sanitarias y censos municipales...

Y este mayor crecimiento, parece razonable que venga acompañado por mejores servicios. La construcción de la autovía de Vilagarcía a Pontevedra no debería sufrir más retrasos aunque el día 1 de enero se abaraten los peajes; la recuperación de la oferta sanitaria es otra prioridad inexcusable y la potenciación de la industria tampoco debe ser cosa del futuro.

Y para ello se necesitan recursos cuanto antes, aunque en los Presupuestos del Estado para 2021 nadie se haya querido fijar en la tendencia demográfica arousana y se hayan reservado cantidades simbólicas para salir del paso. O Salnés urge que se la tenga en cuenta. La pandemia no puede ser una excusa para marginarla un año más.

La comarca, como siempre, solo reclama lo que le pertenece.

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