Los plásticos que flotan en el agua y se mueven de un lado a otro gracias a las corrientes pueden ser confundidos con medusas, peces de diferente tamaños y, en definitiva, con todo tipo de alimento susceptible de ser ingerido por los propios peces, aves, tortugas y mamíferos marinos.

Esta es una de las consecuencias directas de la contaminación humana, pero es, también, una de las lecciones que pudieron aprender los pocos niños que el sábado acudieron a la jornada de regeneración ambiental de A Lanzada.

Los voluntarios que se decidieron a participar en la iniciativa, para recoger todo tipo de residuos amontonados sobre la línea de playa, depositados por el viento en el cordón dunar o esparcidos entre la vegetación del istmo, pudieron constatar que había -y todavía queda mucho por limpiar- ingentes cantidades de plásticos de todo tipo, ya sean botellas, redes o trozos de variados recipientes.

Y había (aún hay) pedazos de todos los tamaños, hasta tal punto que algunos plásticos tirados en A Lanzada ni siquiera caben en las bolsas de la basura utilizadas por los voluntarios.

Sin embargo, los ecologistas inciden en que los trozos de plásticos más pequeños, apenas del tamaño de un dedo, o a veces de una uña, suelen pasar desapercibidos, pero en realidad entrañan un peligro enorme para los peces y las aves.

Así las cosas, el mensaje que lanzan tanto los ecologistas como el conjunto de los voluntarios que el sábado acudieron a la jornada de regeneración ambiental de A Lanzada, y como la concejalía de Medio Ambiente de O Grove es claro. Se trata de colaborar para recoger los residuos que el propio ser humano arroja, pero también se trata de lograr que eso deje de suceder.