Estorãos es una parroquia miñota situada a unos seis kilómetros de la villa lusa de Ponte de Lima, por donde discurre el río que le da nombre. Las aguas que caen desde lo alto de la sierra fluyen por valles y campos formando lagos y lagunas que encierran gran biodiversidad y un alto valor paisajístico. Incluidas en la red Natura 2000, las Lagoas de Bertiandos e São Pedro de Arcos son de visita obligada para sentir el latido de la naturaleza en cualquier época del año.
El espacio invita al paseo, y desde el propio Centro de Interpretación parten diversos recorridos concebidos para todas las edades. Los trayectos, además de disfrutar del ambiente, permiten conocer el patrimonio arquitectónico y etnográfico de las poblaciones del entorno.
Las pasarelas de madera acompañan los tramos más próximos que circundan el humedal, que ocupa una zona de 350 hectáreas que se extiende en torno a dos lagunas y las riberas del río Estorãos. Existen diferentes opciones, como la Rota da Azenha, que permite conocer la Quinta de Pentieiros para después seguir hacia Estorãos y su magnífico puente de piedra, que muchos datan en la época romana. Tiene tres arcos desiguales y tajamares semejantes a los de ese período, pero probablemente sea una construcción de los siglos XVI o XVII. En el centro se puede admirar un notable cruceiro.
Si hay un símbolo de Estorãos, además del puente, es la aceña ahora recuperada y adaptada a turismo rural. Es un significativo ejemplo de otras que encontraron en el río su fuente de energía. Conserva la muela y la rueda de molienda. Ubicada en un hermoso entorno, el espacio es propicio para el baño cuando llega la primavera y el verano.
Otra opción es subir desde la vega a la sierra en dirección a la aldea de Cerquido, con magníficas vistas a la serranía. El punto de partida puede ser la Quinta de Pentieiros para continuar hacia Paredes y Sangemondes y los cuarteles de Santa Justa -adaptados al turismo de naturaleza, con inolvidables vistas sobre el valle del Lima- y seguir hasta Cerquido, junto a la casa del mismo nombre -idílico alojamiento en plena montaña-, donde termina la ruta. El granito de formas caprichosas, los socalcos tradicionales, el caserío, los arroyos que atraviesan las laderas de la Serra d'Arga y sus deslumbrantes panorámicas hacen del lugar un punto de visita obligada para los amantes del aire libre y los paisajes bucólicos.
