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Niños Mutantes: la supervivencia del más astuto

El grupo granadino sigue fiel a su sonido de los noventa con un nuevo trabajo, "Diez", que corona dos décadas de carrera incombustible

Niños Mutantes: la supervivencia del más astuto

Dedicarse a la música en este país sigue siendo una odisea para cualquier grupo que decida preservar su personalidad y no le apetezca entrar a formar parte de los sonidos impersonales que fabrican las radiofórmulas. La prueba está en que, desde los años ochenta y hasta hoy, las bandas que van por libre suelen durar tres o cuatro asaltos hasta que la cruda y salvaje realidad de un mercado que prima lo superficial acaba con ellos. A esto hay que añadir que vivimos en un lugar en el que si no sales en La voz o no te respalda una campaña de promoción a la altura del último reggaeton de turno no eres nada.

Pero también hay excepciones. Concretamente, una de ellas es este grupo de Granada que publica su décimo trabajo (onceavo si añadimos el disco de versiones Grandes éxitos de otros ) tras veinte años de carrera y siendo fieles a unas ideas. Puede que su supervivencia se deba en cierta medida a que sus integrantes han sabido compaginar sin problemas una vida laboral paralela a su pasión por la música conscientes de la dificultad que supone vivir del arte en este país. Realmente, Niños Mutantes surgió a finales de los noventa como una continuación de la nueva onda que impuso Surfin' Bichos cuando por primera vez se pudo imprimir una personalidad castiza a la gloriosa trilogía del noise formada por Sonic Youth, Jesus and Mary Chain y My Bloody Valentine. Pero el grupo de Granada también era una opción más clara y contundente a la saturación opaca que presentaba Los Planetas.

En este "Diez" el grupo comienza con dos temas, "Menú del día" y "Glaciares y volcanes", que son la esencia de su sonido: canciones de batalla y fuerte carga melódica en las que las guitarras british y neopsicodélicas sirven para dar vida a unos textos sobre relaciones interpersonales desde un punto de vista algo escépticas. Para cualquiera que conozca su carrera, la novedad, en esta ocasión, se centra en tres temas concretos. La primera llega con el medio tiempo atmosférico "NM", que es una declaración de intenciones en la que el grupo utiliza sus iniciales para desnudar su pasión y que sirve para reivindicar a grupos como Wild Beats.

Poco después incluyen un "Pura vida" donde Juan Alberto Martínez no esconde su adoración hacia el exgrupo de Fernando Alfaro. Y, finalmente, "FGL" cuyas iniciales remiten, naturalmente al poeta y paisano universal, sirve para reivindicar el carácter mágico de su ciudad. Otra obra redonda de una carrera coherente y astuta como pocas.

Alta intensidad en baja fidelidad

  • Que haya optado por utilizar el castellano en su segundo trabajo es de agradecer. Porque, sinceramente, viste mucho mejor que el inglés para ese intimismo de baja fidelidad tan personal de la valenciana. Inspirada en una obra del antropólogo James George Frazer sobre magia y religión, las mejores canciones optan por un sonido deudor de gente como Ellioth Smith o Lou Barlow como "Tanto tiempo" o la canción que titula el disco. Pero también hay posibilidades comerciales tan potentes como "Dulce Juana" al modo de un homenaje castellanizado al "Sweet Jane" de la Velvet Underground. Y exhibiciones de pop sin complejos en "Ahora tú" o "Por el aire".

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