Siempre es culpa de una señal desconocida y de una curiosidad que mata a más humanos que a gatos, visto el historial de la especie y la saga de "Alien". Aquí también, pero es una decisión desmedida, como otras absurdas que minan el guion. Si la criatura aguantó 38 años, pese al empeño en extinguirla de aguerridas protagonistas, es porque la historia caló. Y lo hizo porque "Alien, el octavo pasajero" daba miedo de verdad. Ridley Scott lo lograba sin derrochar acción, sangre o alharacas, al revés que ahora. Lo que pasa es que el universo Alien lo aguanta todo y permite vivir de rentas. Menos mal que para compensar está Fassbender, que se debate entre Byron y Shelley.
Ridley Scott se pone pegajoso