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El vestidor

Dos bodas. En adelante, y a efectos prácticos, las denominaremos Boda 1 y Boda 2. Puntos en común: enlaces tras larga convivencia, exclusivas, topos y ausencias familiares. ¿Las siete diferencias? En la Boda 2, el vestido de la novia era más de ir por casa, menos exclusivo, más accesible, más del pueblo. Como el de la princesa del ídem. El árbol genealógico, más de lo mismo. Y los invitados, ahí ahí. Estaban, para dar continuidad, las Camposhian y media Mediaset, valga la cacofonía. Hubo reportajes y adelanto de edición, pero a dos velocidades, en dos niveles, en dos ligas diferentes, con dos tarifas diferenciadas, puede que con gramajes distintos de cuché. Y sin embargo se pongan como se pongan, la Boda 1 no tuvo lo que la Boda 2: la colaboración especial de María José Cantudo en persona llevando no una ni dos, sino cuatro docenas de huevos a las clarisas. Cantudo no es amiga de los contrayentes, ni había recibido el tarjetón. Pero ella es muy de tradiciones. Y muy de huevos. Tras un tiempo alejada de la farándula reapareció hace unos meses con la excusa de comerse unos estrellados. A pesar de todo, Rociíto se libró del chaparrón. De agua. El de la peluquera le alcanzó de lleno.

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