La diseñadora británica Stella McCartney recuperó ayer en la Ópera de París lo mejor de su marca en una colección que mezcló comodidad y sensualidad, lujo y guiños irónicos en un divertido estampado de cisne que se convirtió en el símbolo del desfile.

Rodeada de amigos y familiares, como su padre, el cantante Paul McCartney, la modista se alzó como embajadora del estilo easy-wear, pero extremadamente femenino y original.

"Teníamos elementos que habían estado presentes en varias de nuestras colecciones. Queríamos recuperarlas, renovarlas y ponerlas todas juntas en un desfile", explicó McCartney.

Abrigos en tejido vaquero con efecto tie-dye (teñido de una tela anudada), anoraks de colores que combinaron con vestidos de seda confeccionados con plisados y transparencias.

La colección tomó un aire divertido e incluso infantil en algunos monos y jerséis de punto con volantes en torno al cuello, en ocasiones estampados con el dibujo del cisne que también se apoderó de accesorios, concretamente de maxipendientes de formas geométricas en colores vivos.

Un gesto que retrata a la marca británica, que intenta mantener su vitalidad año tras año con pequeños detalles como este que juegan con el sentido del humor de las seguidoras de la firma.

La diseñadora insistió tras el desfile en el porqué de ese eclecticismo: "Hay muchas mujeres diferentes que visten Stella McCartney, tías, madres, hijas... Hacemos tal variedad de prendas, en colección de niños, de noche o línea deportiva, que tocamos a la mayor parte de las mujeres".