Por cantidad, por calidad, por poder de convocatoria, por puesta en escena, por sutileza, por espectacularidad y, por supuesto, por "savoir faire" (manera de hacer), el debut de Givenchy en Manhattan acomplejó, por no decir que humilló, a la Semana de la Moda de Nueva York.

Estrellas y figuras como la acriz Julia Roberts, el director Pedro Almodóvar, la celebridad Kim Kardashian y el músico Kanye West, la intérprete Nicky Minaj o incluso otros diseñadores, como Alexander Wang, quisieron ver lo que era, más que un desfile, una gran clase magistral por parte de una de las casa emblemáticas de la alta cosutura.

Con una puesta en escena industrial y un concepto dramático creado por la autora Marina Abrahamovic -que llevó monjes budistas y abrazó árboles, que es lo suyo- todo caminó hacia la inevitable exquisitez y una merecida solemnidad.

El director creativo de la casa, Riccardo Tisci, apostó por un juego de superposiciones de tejidos, de etnias y también de estilos al que solo un genio podía otorgar la coherencia necesaria. El espectáculo, del que no se sabe si el erotismo es explícito o inaccesible revela una colección que juega a la ambigüedad. Casi en su totalidad, los colores que predominaron fueron un estricto "black & white", con tonalidades que se movieron entre el blanco y el negro.