Cuando Occidente manufactura la versión de una obra oriental -sucede incluso con películas de terror-, parece que la apropiación vaya asociada a una simplificación. Como si en este lado del mundo costase más hacer puzles o entender las sutilezas de reflexiones como la que propone "Ghost in the shell" en torno a la frontera, si la llega a haber, entre los humanos, las máquinas y los humanos-máquinas. Al final de la depuración sale un producto vistoso y apto para distribución masiva que quiere ser un digno homenaje a sus predecesores. Pero en la traducción, a veces calcada, se pierde algo, tal vez "el duende" -por no forzar la ironía y aludir al alma- del anime de Mamoru Oshii.
