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Una comedia que invita a pensar

Entre el escritor francés David Foenkinos y el cineasta Jean Paul Rouve fluye una energía especial, la misma que impregna la película "Los recuerdos", que se estrena hoy en España

Una imagen de la película francesa "Los recuerdos".

El primero en intuir que podía producirse este fenómeno fue Foenkinos, autor del best seller homónimo, sobre el que decidieron edificar una película, dirigida por Rouve, y cuyo guión escribieron juntos. Solo en Francia, donde se estrenó a principios del año pasado, esta primera colaboración, que prosigue ahora con la preparación de un nuevo filme, ha contabilizado más de un millón de entradas.

Imparable triunfador literario, en especial desde que en 2009 publicó "La delicadeza", Foenkinos (París, 1974) había dirigido ya un primer largometraje con esa misma novela cuando le propusieron rodar el segundo con "Los recuerdos". Algo que no le apetecía en absoluto, porque "hacer una película son dos años y "Los recuerdos" surgió de una inspiración personal en la que no quería volver a penetrar con tal intensidad", comenta en una entrevista a Efe que le reunió junto a Rouve en un restaurante de París.

Foenkinos intuyó esa especie de conexión casi eléctrica que les une viendo uno de los dos primeros largometrajes de Rouve.

Rouve (Dunkerque, 1967) "es alguien muy muy cultivado y, a la vez, muy tonto", explica el autor de "Charlotte" justo antes de que Rouve le replique entre risas con un "como tú". "Adoramos los mismos cantantes, los mismos libros, muchas cosas, y cuando hay un tema grave, nos gusta desactivarlo con humor", señala.

No tienen inconveniente en subrayar que sus películas "no son de Cannes", ni interesan a los programadores del festival más importante del mundo. "Tampoco son de los César", añade Rouve en referencia a los Goya del cine francés.

Inteligencia

La historia de "Los recuerdos", sin embargo, rebosa inteligencia y sensibilidad para hablar de asuntos de familia, de juventud, de amor, vejez y muerte.

Una anciana magnífica y dicharachera, encarnada por Annie Cordy, vive con un desparpajo y un desapego excepcionales sus últimas aventuras destinadas forzosamente a terminar en el cementerio.

La mujer tiene la suerte de contar con un nieto modélico (Mathieu Spinosi), estudiante de letras sin estrés que toma con filosofía la muerte de su abuelo, el divorcio de sus padres (Michael Blanc y Chantal Lauby) o la insípida relación de sus tíos, y la acompaña en sus peripecias.

Un nieto ideal en el que escritor y cineasta se reconocen: "Cuando mis abuelos estaban en la residencia yo iba a verles dos veces por semana", explica el primero, mientras que el segundo recuerda también lo próximo que estaba a sus abuelos.

A través de ellos, la película explora las relaciones entre padres e hijos o entre hermanos, la pérdida de facultades que acaba con los años o la infancia.

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