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Nueva vida para las viejas fábricas

Galicia cuenta con un rico patrimonio industrial, hasta ahora poco valorado, ideal para albergar proyectos socioculturales o nuevas empresas, sin olvidar su interés como reclamo turístico

Molino de mareas de las Aceas do Ponto (Narón), 1785. // Asociación Buxa

El debate en torno al nuevo proyecto de rehabilitación de la antigua fábrica de La Panificadora de Vigo trae a la actualidad la situación del patrimonio industrial de Galicia, que presenta algunas peculiaridades y que hasta ahora apenas se ha valorado. Dotar de nuevos usos a las viejas fábricas, incluso como reclamo turístico, es el nuevo reto para preservar unas instalaciones que en no pocos casos tienen un gran valor arquitectónico o cultural.

"El patrimonio industrial de Galicia está muy poco atendido en comparación con lo que sucede en comunidades como el País Vasco, Cataluña o Asturias. Aparte del valor histórico y cultural que pueda tener, ese patrimonio puede ser también un recurso turístico", comenta el ingeniero industrial Manuel Lara, fundador de la Asociación Galega do Patrimonio Industrial Buxa. La asociación Buxa se creó en el año 2008 con motivo de un congreso sobre Patrimonio Industrial que se celebraba en Ferrol. "Nuestra labor se centra sobre todo en hacer un inventario del patrimonio industrial que tenemos en Galicia. Pretendemos con ello concienciar a las administraciones para que valoren la posible conservación de algunas de esas instalaciones", explica Manuel Lara, que es también profesor universitario en Vigo y A Coruña. De momento tienen identificados 420 espacios industriales en todo el territorio gallego desde 1750, fecha en que se entiende que la actividad artesanal empieza a dejar paso a la industrial.

"Elementos antiguos quedan pocos -añade el presidente de Buxa-; el ejemplo más remoto en el tiempo son dos molinos, uno de río y otro de mareas, que se encuentran en la ría de Ferrol y que datan de 1775. Es lo más antiguo que tenemos en Galicia y es una pena porque no se hace ningún esfuerzo para garantizar su conservación".

El economista vigués Xoán Carmona Badía, especialista en Historia industrial, refiere que "en Galicia hai máis patrimonio industrial do que as veces se pensa, e ten unha singularidade que non se da en outros sitios". En cuanto a la conservación del mismo, el también catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Santiago señala que, en general, "hasta hai poucos anos estaba relativamente conservado; nestes últimos anos si que sufriu un proceso de deterioro e desaparición moi grande".

"Hai algúns sectores, como as fábricas de coiros, de salgas ou as conserveiras, que son un elemento moi singular de Galicia", explica Carmona, que es vocal del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial. Añade que en Galicia "nunca se lle fixo moito caso ao patrimonio industrial nas medidas de protección; prácticamente non hay ningunha instalación catalogada como Ben de Interese Cultural".

Iria Sobrino Fagilde, arquitecta ourensana con estudio en Vigo, destaca el valor patrimonial de tres antiguas industrias viguesas: La Panificadora, La Artística y Alfageme. "Son icónicas porque tienen unas dimensiones enormes, sin embargo para afrontar la reutilización de espacios industriales proponemos más bien que no se empiece con las empresas más importantes, sino con espacios más sencillos y más fáciles de abordar". En su opinión, lo más importante es ir asentando una nueva sensibilidad, y por eso no cree conveniente empezar "con aquellos espacios industriales que están en el ojo del huracán, las que ocupan un espacio más importante de la ciudad".

A la hora de dar un segundo uso a esas estructuras, Iria Sobrino se siente más libre "en piezas industriales que no tengan esa relevancia, pero sí mucho interés posicional: naves sencillas o con cierto atractivo espacial que no tengan problemas estructurales". También es importante la situación que ocupan en la ciudad, de tal forma que su reutilización "pueda hacer un efecto llamada para otras iniciativas".

Buena parte del patrimonio industrial de Galicia se ha destruido al quedar sin actividad, y el que se conserva es porque tiene algún valor arquitectónico o cuenta con algún tipo de protección. En cuanto a las industrias que mantienen su actividad, en no pocos casos las instalaciones se han ido adaptando a las nuevas necesidades de la empresa.

Aunque la Ley de Patrimonio Cultural de Galicia que se acaba de aprobar reconoce por primera vez la figura del Patrimonio Industrial, en opinión de Xoán Carmona lo limita demasiado, "pois non se considera patrimonio industrial o posterior a 1936, a non ser que concurran circunstancias excepcionais".

En cuanto a la mejor forma de conservar esos elementos, el catedrático de la USC entiende que lo primero que procede es hacer una catalogación del patrimonio industrial y después "valorar e xerarquizar o que é máis singular, máis auténtico, e a continuación trazar políticas de conservación ou reutilización do que merezca ser conservado".

Atractivo turístico

En el momento en que los agentes turísticos vayan aunando esfuerzo, algo que empieza a darse en Galicia, el patrimonio industrial podría convertirse en todo un reclamo. Cita como ejemplo Manuel Lara la iniciativa de "Vigo pesqueiro" y añade que hay más gente de la que pueda parecer que está trabajando en estos temas. "Este año -comenta- ya ha habido apuestas claras por el turismo marinero, donde se muestra a los visitantes las distintas actividades relacionadas con el mar. Es una buena línea para favorecer la conservación de antiguas fábricas de salazón o de conservas. En este sentido, el presidente de la Asociación Buxa lamenta que "la población de Vigo viva ajena al puerto, cuando en realidad vive del puerto", y pone el ejemplo de otras ciudades, como Róterdam, donde el propio puerto es un recurso turístico en sí mismo, con visitas guiadas por su interior.

Respecto al uso turístico de esos espacios industriales, Iria Sobrino prefiere hablar de "la didáctica de lo urbano". Reconoce que el turismo cultural existe y es interesante darle cabida, "pero a mí no me gusta la idea de convertir en icono las ruinas; de ahí que le vea ciertos riesgos al turismo industrial. A lo que sí le veo muchísimas ventajas es a la difusión del patrimonio, a conocer de dónde viene tu ciudad, como si se tratase de una persona que se mira al espejo, para comprender quién eres hoy. Pero, insisto, me da cierta prevención el enamoramiento de las ruinas, porque va en contra del propio patrimonio: cuando embalsamas algo, ese algo se muere. Joyas intocables, no. Las cosas solo están bien si se usan; un uso con un poquito de libertad, e incluso de desfachatez, pero no un uso especulativo".

Xoán Carmona, por su parte, destaca la reutilización de viejas fábricas como casas de turismo rural, como establecimientos de hostelería. "Pero tamén se lle poden dar outros usos, como viveiros de empresas", comenta. En cualquier caso, el economista vigués apuesta por "respetar a fasquía e a singularidade do conxunto desas instalacións; no caso da Panificadora de Vigo, por exemplo, a súa rehabilitación será positiva sempre que se respete a fasquía industrial do conxunto, tamén a maquinaria que conserva no seu interior e os materiais orixináis".

Hablando de Vigo, Xoán Carmona aboga por salvar, además de La Panificadora, la fábrica de conservas de Alfageme y La Artística. "Eu creo que habería que aproveitar ese impulso da Panificadora para que parte dos moitos proxectos que hai para esa instalación se repartiran tamén en Alfageme e na Artística. Vigo cambiaría o seu modelo urbano si de verdade asumira unha política de patrimonio centrada na industria, que é a súa identidade. E as tres patas serían Alfageme, Panificadora e Artística", afirma el economista vigués.

La zona costera

La zona de la costa es donde se conservan más ejemplos de instalaciones industriales, pues el desarrollo industrial de Galicia se basó en la pesca y en las empresas transformadoras, como las conserveras. "Pero la zona costera es al mismo tiempo la que ha sufrido más transformaciones", apunta Manuel Lara. Añade que toda la zona de Guixar, en Vigo, todavía se podría considerar un paisaje industrial, porque no solo es la industria, sino también las viviendas que han crecido a su alrededor.

En cuanto al futuro de grandes fábricas que están abandonadas, como la de Massó en Cangas o la de Alfageme en Vigo, Manuel Lara señala que muchas veces el problema está relacionado con los derechos de los propietarios: "Si tienen la posibilidad de una transformación que les de una rentabilidad económica, no van a regalar las propiedades. Y por otra parte, en la situación actual, las administraciones públicas tampoco tienen los recursos necesarios para su conservación. La opción más viable, como se está viendo en otros lugares, es que esa transformación tenga una utilidad en sí misma: que sea musealizada o, mucho mejor, que se instale allí otra industria".

Apuesta el presidente de la Asociación Galega do Patrimonio Industrial Buxa por dotar de nuevos usos sociales a esas instalaciones, "un uso que intente ser autosostenible, porque en el momento que tengas que depender de subvenciones, porque las administraciones públicas tienen otras prioridades como la sanidad, las pensiones o la educación".

La arquitecta Iria Sobrino aboga por el "uso temporal" de esas estructuras, evitando así proyectos que suponen grandes cambios y que a la larga son inviables. "Un uso sencillo de viejas instalaciones bien situadas genera un efecto llamada -apunta-. No se trata de hacer grandes inversiones en un solo proyecto, sino más bien crear una red de actuaciones, al igual que además de una catedral existe una red de iglesias y capillas. Me gusta hablar de un entramado de lugares donde pueden suceder cosas".

Pone el ejemplo de un supermercado situado en el barrio vigués de Teis que aprovechó la nave de una antigua fábrica de aceros. Se trata de dar nuevos usos a unas estructuras que de otra forma desaparecerían. "Hay nuevos movimientos sociales y culturales -añade la arquitecta- que favorecen esa ocupación de pequeños talleres y naves industriales. Pero al margen de ese movimiento cultural -muy interesante, por otra parte- se trata del uso sistemático de esos espacios como estrategia urbana, como política urbanística. Aunque su uso sea privado, los ayuntamientos deberían favorecer esas iniciativas", concluye Iria Sobrino.

Iniciativas en Vigo, Ferrol y el Ulla

  • En los últimos años han ido surgiendo en Galicia diversas iniciativas relacionadas con el patrimonio industrial como reclamo turístico. Una de las últimas, "Vigo pesqueiro", se puso en marcha este verano promovida por la Fundación para la pesca y Marisqueo (Fundamar) y la Cooperativa de Armadores viguesa. El objetivo es mostrar a los visitantes naves frigoríficas, astilleros, centros de investigación... toda una infraestructura industrial vinculada al mundo del mar.En Ferrol hay una ruta de la construcción naval que busca también ser una referencia para los turistas. Por su parte, los concellos del Ulla y del Umia impulsaron hace unos años una ruta turística vinculada al patrimonio industrial de la comarca. Cada vez son más las asociaciones locales que se encargan de reivindicar y conservar el patrimonio industrial de sus comarcas. "Algunas de esas asociaciones -señala Manuel Lara- hacen un esfuerzo encomiable y tienen su pequeño museo etnográfico en viejas fábricas repartidas por toda Galicia".

Manuel Lara - Pte. Asociación Buxa

"El patrimonio industrial de Galicia está muy poco atendido, peor que en País Vasco o Asturias"

Iria Sobrino - Arquitecta

"No me gusta la idea de convertir en icono las ruinas. Las cosas solo están bien si se usan"

Xoán Carmona - Economista

"As fábricas de salgas e as conserveiras son un elemento moi singular de Galicia"

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