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Informalismo, una respuesta de la cultura a los desastres de la guerra

A las ocho y veinte de la mañana del 6 de agosto de 1945 el infierno cayó sobre la ciudad de Hiroshima en forma de bomba atómica. El hongo de aquella deflagración que causó miles de muertos quedaría para la posteridad como uno de los iconos que simbolizan el final de la Segunda Guerra Mundial. Europa dejó de ser el referente dominante para el mundo desarrollado y tuvo que comenzar a reedificar todo lo que la guerra había destruido. A partir de ese momento ya nada sería igual en la sociedad internacional. Tampoco en el mundo del arte y de la cultura.

Tras la Primera Guerra Mundial, el periodo conocido como de entre guerras había enriquecido el legado de las vanguardias del cubismo, el expresionismo, el surrealismo y el futurismo, pero su evolución se vio frenada por el estallido de una nueva conflagración mundial. A su término, la respuesta de algunos artistas se tradujo en una disolución absoluta de la forma en sus obras, una nueva expresión bautizada por el crítico Michel Tapié en 1952 con el nombre de Informalismo. En consonancia con la nueva situación de miseria social los nuevos artistas comenzaron a utilizar sobre sus lienzos, pero también sobre nuevos soportes, materiales poco comunes y fáciles de encontrar (arena, yeso, cartón, arpillera, trapos y residuos€) con los que elaboraron hechuras deformadas o de apariencia informe, fragmentadas, torturadas, trabajadas con espátulas, paletas o con las propias manos, embadurnándolos, cosiéndolos, rasgándolos€ Cambiaron los materiales y los soportes clásicos para obtener un nuevo resultado cuya característica principal era la deformación. Así como la guerra había desfigurado y deformado la civilización, el arte no podía sino registrar estos efectos de muerte y destrucción en sus nuevas manifestaciones como réplica a Auschwitz y a Siberia, a Hiroshima y a los bombardeos sobre Londres y Berlín. El Informalismo fue la respuesta del arte a la barbarie, una nueva visión de la humanidad a través de la imagen de creación. Se trataba de repensar el mundo mediante una nueva forma de entender el arte. Hasta entonces nunca se había visto nada igual pero en realidad lo que hacían los artistas no era sino recoger los testimonios de un conflicto que superaba todo lo visto, que había sido lo nunca visto. Estas son las bases del título de la exposición que estos días se muestra en la Fundación Juan March, que recoge algunas de las pinturas y fotografías (la nueva fotografía fue también una respuesta a los desastres de la guerra) y muestra la relación que ambas expresiones mantuvieron en el contexto de aquellos años, la relación entre la abstracción europea de posguerra y la Subjektive Fotografíe alemana de Otto Steinert y sus seguidores Hermann Claasen, Helmut Lederer (en España Francisco Gómez).

La imagen se enriqueció con la utilización de nuevas tecnologías como el teleobjetivo y la telemetría y añadió testimonios estremecedores, tampoco nunca vistos, recogidos por el cinematógrafo. Esta fotografía, entre el testimonio y el arte experimental y abstracto, fue fundamentalmente publicada en fotolibros. Pintores y fotógrafos mezclan aquí sus trabajos con los artistas que iniciaban nuevas manifestaciones en el campo de la publicidad y que más tarde anticiparían la aparición del pop art de los años sesenta, que celebraba la superación de las privaciones de la posguerra y anunciaba la nueva sociedad de consumo de masas, un camino señalado por Wolf Vostell y los pintores del Nouveau Realisme francés, también aquí presentes: François Dufrêne, Raymond Hains, Mimmo Rotella.

La muestra reúne algunas de las obras más representativas del movimiento, tanto en su expresión pictórica como fotográfica, y su instalación responde a la intención de plantear las relaciones y paralelismos entre ambas manifestaciones. Sobresalen "Cabeza de rehén" del pintor francés Jean Fautrier, perteneciente a su serie de cuerpos mutilados, y el fotolibro "Chizu-The Map" del japonés Kikuji Kawada, con imágenes tomadas en el epicentro de la bomba de Hiroshima. A estas se unen pinturas de Olivie Debré, Georges Mathieu o Hans Hartung.

El informalismo en los regímenes totalitarios

Bajo las dictaduras del Este europeo el informalismo se desarrolló, no sin dificultades, en oposición al realismo socialista de los regímenes comunistas. El país que registró una más amplia actividad de esta manifestación artística, tanto en pintura como en fotografía, fue Checoslovaquia, algunos de cuyos artistas importaron el Informalismo a este país tras su visita a la Exposición Universal que se celebró en Bruselas en 1958: Jan Koblasa, Pavla Mautnerová, Jiri Valenta. Por su parte, la fotografía checa de estos años se reveló como una de las manifestaciones más ricas del movimiento informalista abstracto, a pesar de la represión y las prohibiciones: tras la caída del muro pudieron organizarse grandes exposiciones con obras que en su mayoría nunca habían sido mostradas públicamente.

En España fueron los artistas de grupo El Paso quienes representaron la nueva corriente artística. El informalismo español, aparecido tardíamente, mezclaba el mensaje de denuncia de los efectos de la barbarie bélica con la protesta política propia contra la dictadura que el país vivía en aquellos años. Antonio Saura, Manolo Millares, Rafael Canogar, Fernando Zóbel, Manuel Rivera, Gustavo Torner, Luis Feito€ representaron una corriente de modernidad en un país que vivía un dramático atraso cultural. De todos ellos se puede ver aquí una escogida representación.

TÍTULO: "Lo nunca visto. De la pintura informalista al fotolibro de posguerra (1945-1965)"

LUGAR. Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid

FECHAS. Hasta el 5 de Junio

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