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De cómo se puede hacer memoria de una foto

Las ostreras viguesas en los años 40. // FDV

De una sola foto podríamos inventar una narración, contar todo un relato, una biografía familiar, una memoria histórica aunque ya se sepa que no hay memoria sino memorias que cada cual cuenta según le ha tocado vivirla y su cerebro le ha puesto en bandeja. Yo tengo ahora en las manos una foto del que fue portero del Celta, Tigre Padrón, con su madre hace 80 años, y si hiciera una lectura a través de lo que sé de esa familia podría narrar una novela mirando a los ojos de la madre. El vigués Celso López, presidente de Amigos da República y amigo mío aunque yo no tenga nada de republicano ni de nada con etiqueta y para más inri me guste declararme monárquico felipista, me ha enviado una foto de las ostreras del barrio viejo con tantos datos de quienes están en ella que me parece una delicia narrarlos con la máxima sencillez para demostrar cuánta vida puede ocultar una simple foto, cuánta memoria, cuánto sentimiento tierno o agresivo, cuánto pasado engullido por el reloj acelerado de la historia.

Una discusión entre "ostreras" de hace 70 u 80 años más o menos. Eso es lo que reproduce esta foto archivada en el álbum íntimo de Celoso López porque allí mismo habitaba su familia y de esa misma carne "ostrera" que veis estaba nutrida. Al fondo, con pelo blanco, la boca entreabierta, la mano derecha metida en el bolsillo "da Asia" y seguro que metiendo baza en la reyerta, aparece su abuela, Rosario Lores Lago, Charito, dueña del bajo que era su carnicería y el lugar donde las ostreras guardaban sus bancos y otro material para despachar su mercadería. La joven que está a su izquierda es su madre, "Charito también, que de aquella debía tener unos 16 años porque la foto debe ser del año 1943-45, cuando el caos callejero de los tiempos de la República había desembocado en los sones de la revuelta militar, una sangrienta guerra y unos años 40 no solo de hambre sino especialmente represivos. Esos son los años en que se mueve la foto. Este dato de la madre es importante porque, contra lo habitualmente publicado, sitúa la prehistoria de las ostreras por lo menos setenta años atrás. Cuentan que la abuela Charito no cobraba nada a las otras mujeres por guardar sus cachivaches en su casa y éstas la compensaban, la agasajaban con una barra libre de ostras que subían a su casa antes de comer cada día. Se decía en el barrio, según me cuenta Celso López, que una mañana de lluvia y poco trabajo llegó a comer con sus casi 130 kgs casi quinientos "morrunchos", la ostra pequeña, que era la más apetecida por quienes sabían como ellas, en contraste con los turistas que venían del secano, seducidos por el tamaño del miembro ostril.

Pero sigamos con la foto. La señora de abrigo gris, que aparece apoyada en la pared de la casa, es la tía-abuela de mi amigo y sin embargo presidente republicano vigués. Era la tía Lola, y la de mandilón blanco era Juanita "La Merrella", que vendía patatas y demás en un puesto de la plaza de abastos, un poco más abajo entonces porque no estaba el hotel Bahía. Dos "merrellas", Toñita y Pura, ambas hermanas, tuvieron durante muchos años una carnicería en la plaza de A Laxe. La casa que es testigo pétreo de los hechos es la de la familia de Celso, San Bernardo, 11, donde él nació como su madre, sus tías y su abuela y su tía abuela Lola, construida en 1900 por su bisabuela Dolores Lago Búa, que era carnicera y la levantó para vivir allí con sus nueve hijos y su marido José Lores Carrera, ganadero, entonces una actividad boyante y lucrativa con exportación incluso a Gran Bretaña porque aún no había competencia argentina ni sistemas de frío. En los bajos de esa casa había, además de carnicería, otros espacios dedicados a cocheras y varias funciones.

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En el bajo del edificio, donde ahora está el cocedero, su bisabuela había decidido abrir una carnicería -que estuvo activa hasta finales de los 60- ya que entonces estaba previsto inaugurar allí, lo que se hizo en 1905 en la rúa Pescadería, un mercado de abastos con reminiscencias arquitectónicas mudéjares. Tal cosa se hizo y se derribó en los años 60 para construir el hotel Bahía. ¡Ah, se me olvidaba decir que en el primer piso de la casa nació José Manuel Tobío, un estibador que, jubilado, se dedica a vigilar la evolución del barrio! Pues ya veis lo que puede dar de sí la lectura de una foto.

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