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Francisco Calvo Serraller - Catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense

"La trivialización de los estudios aboca a la desaparición de las universidades"

"Antes del siglo XIX un pintor tenía menos valor que un gran ebanista o un tapicero y todos ellos estaban en la escala social más baja"

El catedrático de Historia del Arte Francisco Calvo Serraller.

La exigente tarea de mostrar el devenir de Occidente a lo largo de nueve siglos ha vuelto a unir al Juan Pablo Fusi Aizpurúa y Francisco Calvo Serraller, ambos catedráticos de la Universidad Complutense de Madrid, el primero de Historia Contemporánea, el segundo de Historia del Arte. Amplifican ahora a escala mundial lo que hace cinco años abordaron ciñéndose al ámbito español. "El espejo del tiempo. La historia y el arte de España" fue, explica Calvo Serraller, "un proyecto con un resultado tan fructífero que nos atrevimos a hacer una cosa mucho más audaz, trazar el panorama de la historia del mundo occidental desde la baja Edad Media hasta ahora". El resultado lleva por título "Historia del mundo y del arte en Occidente (Siglos XII a XXI)" (Galaxia Gutenberg). Calvo Serraller advierte una pérdida de la capacidad del espectador para profunidzar en la obra de arte, resultado, entre otros factores, de un mundo saturado de imágenes.

-¿Cómo se equilibra en un mismo libro el peso de la historia general y la del arte sin que ninguna sea deudora de la otra?

-La general y la del arte son historias con dos tipos de relato diferentes. La primera se basa en los documentos y la segunda en elementos, también documentales, pero más complejos, más densos simbólicamente. No hay problema en asociarlas, se complementan muy bien. Hoy la historiografía no se hace en compartimentos estancos, vemos la historia con una perspectiva más transversal. Ahí se hermanan muy bien el arte y la historia típica.

-La tendencia habitual es establecer una relación determinista entre la coyuntura histórica y su reflejo en el arte.

-El peligro que nosotros hemos tratado de evitar es convertir el arte en una imagen de libro de historia. Cuando se estudiaba con libros, algo cada vez menos frecuente, si se hablaba de Felipe II aparecía su retrato. De eso es lo que intentamos huir, buscando no tanto las imágenes artísticas como ilustración de hecho épicos sino imágenes que pueden reflejar la sensibilidad de un momento histórico, más que sus batallitas.

-Con la perspectiva temporal tan amplia que manejan es más visible esa transformación de los códigos, que se vuelven cada vez más complejos y pasan de lo más explícito a lo indescifrable.

-Uno pasea por la calle y se encuentra a gente tecleando una máquina y comunicándose con otros, una prueba de que nuestra realidad se ha hecho más virtual y abstracta; es lógico que en el arte también se manejen esos códigos. En un mundo digitalizado la imagen realista tradicional tiene poco sentido. El arte siempre refleja la realidad de cada momento y la refleja como la gente lo vive. Nuestro mundo de imágenes es hoy más complejo pero no para nosotros si no visto con la mentalidad del siglo XVII o XVIII. Del mismo modo, a la gente de hoy le cuesta mucho más entender cosas del siglo XV. Comprendo muy bien cierta perplejidad ante esos cambios, pero es una perplejidad de hace un siglo, no de ahora.

-¿Hay un arte que lo devora el momento y no deja rastro?

-Al 99 por ciento del arte le ocurre eso, no consigue la inmortalidad ni traspasar el horizonte de su generación. Eso no lo convierte en un arte despreciable, simplemente no tiene la suficiente hondura como para llegar a generaciones posteriores, eso sólo lo consigue el mejor arte.

-Uno de los grandes cambios de ese amplio período es el surgimiento del artista convertido en una figura central

-Hasta el siglo XIX el artista tuvo una consideración social muy pequeña, al menos en términos comparativos. Antes del XIX un pintor tenía menos valor que un gran ebanista o un tapicero y todos ellos estaban en una escala social más bien baja. La mitificación del artista es un fenómeno de nuestra época.

-¿Un fenómeno exacerbado?

-No sé si decirlo así. El código de valores de nuestra época es el del mercado, que depende de la oferta y la demanda. El arte funciona como cualquier otro valor económico. ¿Es excesivo el valor de una compañía como Appel? Depende de las posiciones del mercado. El arte no puede escapar a esa ley. Hay una actividad económica en torno al arte muy intensa y los artistas que están acreditados como un valor potente pueden obtener no sólo fortuna sino tmabién una enorme consideración social.

-Pese a esa sujeción a las leyes del mercado parece resistir bien coyunturas complicadas como la actual.

-En momento de crisis, el arte se convierte en esos que llamamos valores refugio, como pueden serlo el oro o las piedras preciosas, por eso su valor aumenta mientras otros se deprecian. En un mundo cada vez más cargado de réplicas las obras de arte tradicionales exponencialmente van a tener mayor valor económico por su condición de obras únicas. Las fotografías no digitalizadas, por ejemplo, tienen ahora mil veces más valor que las que lo están. Funciona no tanto la calidad artística en sí misma como la exclusividad.

-¿Ese es el gran cambio que experimentan la obra de arte en estos tiempos?

-Eso pasa en todos los órdenes. Estamos creando una universo virtual y también un arte virtual. Lo que eso va a significar lo estamos averiguando. Podemos hacer conjeturas sobre si resulta positivo que una obra de arte esté al alcance de todo el mundo. Todo tiene un aspecto prometedor al tiempo que produce una cierta aprensión, porque con ese progreso y esa democratización se van a perder también cosas muy importantes. Todos los progresos se hacen con pérdidas, especialmente en el arte. El arte, en general, cambia pero no progresa.

-¿Todos esos cambios están creando un espectador más resistente a encararse con el arte clásico?

-El espectador se encara con las obras clásicas de la misma forma que con las actuales. La duda es si al arte se le va aprestar la atención debida. Parece que en un universo en el que la simplificación y la multiplicación son la ley, creo que tendemos a acercarnos al arte de una forma mucho más superficial, con una menor concentración y, por tanto, con menos capacidad de profundizar en las obras. Está surgiendo una generación de gente con muchas imágenes a las que presta poca atención, lo que convierte al arte en algo superficial.

-En paralelo asistimos a la capacidad de atracción de obras clásicas que llegan a convertirse en inaccesibles porque siempre están rodeadas de espectadores.

-Entre los fenómenos contemporáneos está el turismo cultural de masas desde los años 70 del pasado siglo. Eso ha abarrotado los museos, que se han tenido que reconfigurar para hacer frente a ese fenómeno masivo. El código de captación de esas masas de público lo estableció muy bien el cine con su sistema de estrellas. La gente no va a al Louvre sino a ver la "Gioconda" o no va al museo del Prado sino a ver "La meninas". Ese fenómeno de los diez mejores, de los cuarenta principales, se convierte en un sistema de estrellas, que simplifica un fenómenos muy complejo y con muchas ramificaciones como era el museo histórico. Los museos se organizan ahora en función de esas obras que son ya mitos.

-Y también está el hábito de hacerse una foto frente a la obra, algo que hace innecesario incluso mirarla.

-La simplificación del contacto con una obra de arte la convierte en un fetiche mágico. Lo importante no es la obra sino haber estado al lado, de ahí los "selfies". Uno se pone al nivel de la obra para testimoniar que ha estado ahí y que, por contacto, se lleva el aura de eso que tanto atrae. Es una forma muy primaria de relación con el arte, equiparable a la de los que quieren tocar a su ídolo o le arrancan un botón buscando la magia del contacto.

-¿Los estudios de arte se libran de la maldición del resto de las humanidades?

-El problema con las humanidades, incluido el arte, es que están desapareciendo los estudios llamados superiores, están siendo trivializados y probablemente las universidades terminen por desaparecer, están abocadas a ello. Lo que está planificado es la desaparición no ya de las humanidades sino de los estudios superiores en cualquier especialidad. En esta época, que es muy tecnocrática pero muy poco científica, se busca un rentabilización extrema del conocimiento y está desapareciendo el conocimiento como investigación. Interesa sólo la investigación como productividad, como técnica. Eso afecta casi más a las ciencias que a las humanidades.

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