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SÁLVESE QUIEN PUEDA

Ahora que Danny toca el banjo con Earl Scruggs

La foto que a Danny le gustaba. // Jorge Santomé

Estoy oyendo a Danny tocar el banjo. En realidad ni yo ni tú ni nadie podran verlo ya en directo porque se ha ido, así que yo lo estoy recordando por youtube en una grabación con The Centolas en Bembrive. Mientras escribo le veo en la pantalla tocar su instrumento preferido, parar un momento, echar un trago de birra, seguir tocando... Ya es su memoria porque una maldita enfermedad le llevó hace unos días pero apuesto doble contra sencillo que estará tocando el banjo en algún lado del más allá, y hasta me lo imagino interpretando "Foggy Mountain Breakdown" con el maestro Earl Scruggs, allá arriba los dos, e incluso en un duelo de banjos con Steve Martin, uno allá y otro aún acá en carne mortal. Claro, ahora habita en un lugar en que no hay barreras ni distancias físicas ni castas y se puede reunir con los más virtuosos del mundo. Danny Leonard, por si no lo sabes, era un tipo de Manchester al que le gustaba presumir de su origen irlandés que se había montado en el barrio viejo de Vigo y en la calle Chao un club de amigos al que puso de nombre "Ferry" pero todos acabaron llamando "Ferriñas". Alguna vez el gallego tenía que colonizar al inglés.

Seguro que con su humor inglés él habrá comentado con alguno de sus nuevos y etéreos colegas que, con la mala leche que tenía a veces (poco antes de ponerse tierno), nunca hubiera imaginado que iba a tener tantos clientes del bar en su despedida. Es verdad aunque con el matiz de que lo suyo ya no era exactamente un bar sino una comuna, una sala de estar con música; es verdad, con la salvedad de que los había hecho tan amigos que se turnaban en el hospital para acompañarle. Preguntadle a Silvia, que le vio marchar tranquilo, sin aspavientos, cuando en el ordenata se reían con una grabación suya, poco antes de que un silencio inmortal, no sé si gélido, extrañado o contemplativo lo envolviera todo en la habitación en la que ella estaba con su hermano venido de Inglaterra. Ese es el punto admirativo, la inflexión esperanzadora que hace creer en el ser humano y en su solidaridad maravillosa: la compañía, la fraternidad por encima de fronteras ahora que algunos quieren construir otras nuevas, el apoyo moral de los amigos que había hecho aquí, a tantos kilómetos de su casa y de su gente de allá. Crearon un grupo de WhatssAp para organizarse, hicieron turnos en el hospital para que no quedara solo y comprobaron cómo el personal sanitario le cubría también bajo sus alas y animaba más allá de lo dispuesto en su contrato. "Iros para casa de una vez que aún no me toca", había dicho una vez a sus amigos desde la cama para devolverlos a la tranquilidad de sus hogares, tras contarles uno de esos chistes cortos y malos tan suyos que mejoraba reforzando su acento guiri.

Le veíais cada poco, algunos participábais en sus sesiones jam de los miércoles (o jueves, qué importa ahora) pero apuesto que no sabíais nada de su vida. Suele pasar. Fue en 1993 cuando Danný y su novia de entonces, Clare, a la que quiso ver poco antes de marcharse y consiguió que viniera desde Londres, compraron una vieja furgoneta y decidieron viajar a España a tocar música en la calle. Reconstruyeron una casa en ruinas cerca de Teruel y vivieron en una pequeña comunidad, pero a él su amor por la música le trajo a Galicia y tomaron caminos distintos. Glen, su amigo escocés también en el barrio viejo vigués, recuerda a Danny en el 2000 cuando estaba de gira por Galicia con su grupo ´Shebeen´. Hicieron muy buena amistad y conexión musical. Primero tocaron juntos en el grupo ´Uz´ y al romper esta banda formaron ´Macfeck´. En este epoca vivían los dos Pontecaldelas y, por temporadas, en el pueblo de Teruel donde tenía el casa. Entre 2000 y 2004 dieron al menos 300 conciertos juntos, grabaron dos CDs, vivieron aventuras diversas... hasta que Danny se marchó del grupo cuando vivía en Insua y trabajaba en el "Eicho de dar queridiña". Luego, en Vigo, ya se sabe.

Se muere gente como Danny, mejor o peor, todos los días. Sin embargo, hablar de la suya nos invita a reflexionar sobre las personas, el calor unitario de la música, la confraternidad de los pueblos y de los ciudadanos que quieren disolver barreras en contraste con los que quieren crearlas. En nombre de sus todos, un adiós emocionado a Danny.

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