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SALUD

Terapeutas a domicilio, un apoyo para solucionar conductas graves de los hijos

Forman parte del programa de intervención familiar de un centro vigués - Actúan con niños, adolescentes y jóvenes

Un terapeuta del programa de intervención familiar de un centro vigués acompaña a un menor.

En ocasiones, la terapia que se ofrece en la consulta del psicólogo no es suficiente para solucionar graves conductas de los hijos en su entorno familiar. Los padres no son capaces de aplicar las pautas acordadas con el terapeuta en la clínica o bien los hijos -niños, adolescentes o jóvenes- continúan con su comportamiento pese a que quieren cambiarlo. Para estos casos, un centro vigués especializado en trastornos de la conducta recurre al programa de intervención familiar, a través del cual un terapeuta actúa en el domicilio, o incluso en la calle, para hacer de moderador y manejar las situaciones conflictivas.

Estos profesionales, educadores sociales con titulación y formación para ejercer esa tarea, comienzan su intervención yendo al hogar para estudiar cuestiones tales como el lugar donde estudia el hijo, dónde come, cuáles son sus horarios, qué actividades realiza, etc. Según la gravedad de la situación, y siempre bajo la supervisión del psicólogo, se acuerda la periodicidad con la que va a intervenir: desde un par de veces a la semana a todos los días a las horas concretas cuando suele haber conflictos (por ejemplo, a la hora de levantarse o de acostarse). El terapeuta observa el comportamiento de los padres y de los hijos para ir manejando la situación y evitar el confrontamiento.

"Es fácil decir a los padres que pautas deben seguir, pero en el momento de la realidad necesitan un moderador para que les ayude", explica María Ferreiro, directora del centro vigués de psicología que desarrolla este programa de intervención familiar. Esta profesional destaca que la base del tratamiento siempre es la terapia psicológica en la clínica y que el terapeuta es un "componente de apoyo del psicólogo para asegurarse de que las pautas de intervención sean aplicadas de forma adecuada". En este contexto es importante señalar que siempre es el psicólogo quien decide si es necesario que actúe un terapeuta y que no se trata de que los padres deleguen su responsabilidad en este profesional.

Los escenarios en los que se suele aplicar este programa de intervención familiar son entornos familiares donde el niño, adolescente o joven ha entrado en una dinámica de agresividad muy grave, con episodios como tirar muebles, empujar a sus padres, agredirles o no dejarlos salir de casa. "Los padres ya no saben qué hacer, han entrado en actitud de pasividad o sumisión por temor a las reacciones de violencia del hijo; no llaman a emergencia porque temen que intervengan los servicios de menores (en caso de que su hijo tenga menos de 18 años) y se tomen medidas preventivas como aislar un par de días al chico en centros de estancia temporales, por ejemplo", explica María Ferreiro.

Esta psicóloga es partidaria de que se contacte con servicios de emergencias cuando hay episodios graves e incluso el propio terapeuta se ocupa de llamar él mismo si es necesario. "El niño o joven tiene que saber que su conducta puede traer consecuencias, de lo contrario continúa con su comportamiento", afirma. Esta conducta suele ser aprendida en la infancia cuando el niño ve que sus pataletas o rabietas les sirven para conseguir lo que quiere, o bien cuando los castigos que se le imponen no se llevan a cabo.

En todos caso, este tipo de medidas que se pueden llegar a tomar se pactan antes en consulta con la familia, de manera que el hijo conoce con antelación el riesgo que corre. Del mismo modo, se busca un terapeuta adecuado al perfil del niño y que resida cerca de su domicilio por si tiene que acudir cuando surja un problema. "Necesitamos que el menor o el joven se identifique con su terapeuta y se vincule con él, que lo vea como una persona que va a ayudarle a controlar su agresividad y no como un castigo por su mal comportamiento", comenta María Ferreiro.

El terapeuta suele tener entre 20 y 30 años, de modo que el menor o joven lo ve más cercano a sí mismo que a sus padres. "Son exjóvenes, más que adultos", afirma.

La actuación de este profesional en el domicilio cuando hay conflicto suele basarse en apartar un momento al hijo para hablar con él, llevarlo a dar un paseo o irse con él a otra estancia de la casa para recordarle las estrategias y pautas acordadas en consulta.

En los casos en que los adolescentes o jóvenes tienen adiciones a las nuevas tecnologías o a las drogas, el terapeuta trata de desvincularlos del entorno que propicia esos problemas, siempre sacándolos de casa. "Se buscan actividades alternativas de índole deportiva o cultural a las que el menor va acompañado por el terapeuta; se trata de poco a poco vea la necesidad de modificar su estilo de vida, de que se dé cuenta de que esa nueva afición es incompatible con actividades no saludables como fumar, drogarse o salir hasta las tantas de la noche". Por otra parte, estas actividades ayudan al menor a mejorar su autoestima y canalizar su hiperactividad.

Este programa de intervención familiar también se lleva a cabo con los llamados "ninis", jóvenes que ni estudian ni trabajan, a los que el terapeuta ayuda a realizar actividades tales como buscar trabajo, matricularse en una academia o asistir a un gimnasio, entre otras.

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