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María Santamaría, una viguesa pionera en dermopigmentación

Con 20 años de experiencia y formada en Suiza, es una de las mejores profesionales de esta especialidad a caballo entre la medicina, la estética y la psicología

María Santamaría ejerce su profesión en varias clínicas y centros médicos.

El encuentro de María Santamaría con su talento se produjo, como suele suceder con otras cosas importantes de la vida, por azar. Casada con un suizo, vivió en el país helvético hasta hace pocos años; el divorcio y la crisis en el sector de la construcción, donde ella trabajaba como delineante, la llevaron a buscarse un trabajo en un museo de arte contemporáneo y, más tarde, animada por una amiga que había sufrido cáncer de mama, a formarse en Lausana en técnicas de dermopigmentación. Eran mediados de los 90 y en España poco o nada se sabía de esa disciplina.

Esta viguesa puede presumir sin sonrojarse de ser una de las mejores dermocoloristas de Europa y, probablemente del mundo. La avalan veinte años de experiencia y numerosos pacientes satisfechos en Suiza, donde se formó y continúa yendo periódicamente a una clínica para atender a clientes, y más recientemente en España, sobre todo en Vigo. Mezcla como nadie los 40 colores que tiene en su paleta para devolver -con su pulso, dermógrafo y pigmentos- pezones y areolas a mujeres mastectomizadas, cejas a pacientes que las han perdido por el paso de la edad o un tratamiento médico y cabello a víctimas de la alopecia.

Junto a estos tratamientos que realiza en conocidas clínicas de Vigo, también se dedica a otras tareas más propias de la estética, como delineación de la raya de los ojos y perfil y coloración de labios.

La honestidad y la empatía la definen. "Nunca haría algo que no me permitiese mi conciencia ni me dejase dormir por las noches", comenta en respuesta a trabajos que proliferan y con los que se encuentra que poco tienen de naturales. Así, redibuja labios, define la línea del ojo o hace desaparecer cicatrices con un resultado discreto, que se asemeje a lo natural. "No quiero que mis pacientes parezcan payasos, no hay areolas naranjas ni es posible conseguir tonos naturales mezclando solo tres colores, como ofrece la empresa que se esta haciendo con el monopolio en España". María Santamaría prefiere trabajar con una marca de dermopigmentación medicina estética con la que ha experimentado y puede garantizar como se comporta en la piel con el paso del tiempo.

Su regreso a Vigo no estuvo exento de obstáculos y un gran desconocimiento sobre su profesión. Hasta que se topó con un cirujano plástico, el doctor López Pita, que tras ver su book le ofreció su clínica para ejercer su trabajo. Poco después le abrieron las puertas otros galenos como Javier Santander, el dermatólogo De la Torre, Avelino Rey, Larrañaga, Lojo, la clínica Cygom,... Sitúa su profesión más cerca de la rama sanitaria que de la estética; afirma que para ser una buena dermocolorista hay que tener dedicación plena ("Una peluquera que ha hecho un curso nunca podrá ser buena en dermopigmentación", sentencia); y recibe su mayor satisfacción cuando ve llorar de emoción a una mujer a la que acaba de devolver sus pezones, areolas o cejas.

Tal vez sea casualidad que su tía sea Inés Santamaría, otra mujer pionera y vanguardista que desde los 50 a los 70 del siglo pasado regentó un salón de estética en el que huía de los cotilleos (fue la primera en poner hilo musical en Vigo a su centro). Gran colorista y modelo de L'oreal en su juventud, a sus 98 años, la tía Inés continúa dando rienda suelta a su creatividad y lo hace pintando cuadros.

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