Los ocho procesados por el secuestro de un maderero de Cambre en enero de 2014, liberado cinco días después por la Guardia Civil en un cobertizo de Lalín y por el que exigían 70.000 euros de rescate, han sido condenados a penas de entre 6 y 11 años años y medio de cárcel por la Audiencia de A Coruña. Las penas más altas son para los cinco autores del rapto (9 años por secuestro y dos y años y medio por tenencia ilegal de armas para cada uno); a la mujer de uno de los cabecillas se le imponen 9 años por secuestro y a los padres de ésta, el matrimonio de Lalín que mantuvo retenida a la víctima, se les condena a 6 años y medio como colaboradores necesarios. Además, se fija una indemnización conjunta de 200.000 euros para el afectado. El secuestro fue ideado en represalia por una presunta deuda por la madera de unos eucaliptos, según los hermanos Mejuto, considerados cabecillas de la trama. El grupo quería raptar al hermano de la víctima, pero se presentó en su lugar.

"Además de las obvias relaciones de parentesco de algunos, por lo menos de cierta confianza y de algo similar a la amistad, no explica que se comprometan varias personas a una venganza o coacción tan grave. Sin duda, algo más se pactó y no es otra cosa que el ánimo de lucro", subraya el tribunal en el fallo, en el que destaca que el secuestro presenta "una faceta especialmente horrible" respecto a otros raptos, que es "la tosquedad de la ejecución y la aceptación de una conducta tan grave con la naturalidad con que se comportaron los procesados en relación a los hechos".

Los magistrados relatan que los cinco condenados a la spenas más altas atrajeron a al maderero a una zona aislada de un monte de Aranga bajo el pretexto de venderle una madera. Una vez allí, lo ataron con bridas "como a un becerro", según describió uno de los imputados en el juicio, y lo introdujeron a punta de pistola en el maletero de un coche. Después, lo trasladaron a una casa en ruinas de Palas de Rei (Lugo) para, al día siguiente, desplazarlo a la cuadra de Lalín. El afectado estuvo vigilado permanentemente, durmió sobre un colchón viejo a siete grados y se vio obligado a orinar y defecar en un cubo. El tribunal también sostiene que el empresario, que estuvo asistido por el abogado José Ramón Sierra, temió por su vida, ya que fue amenazado con armas e intimidado con frases como "tratadlo bien, pero si se pone tonto, cuatro tiros".

"Pese a los perfiles violentos de casi todos, deducidos de sus antecedentes y de su conducta los días de autos, el riesgo se deduce más de lo insólito de su asociación", aseveran los jueces, quienes indican que uno de los implicados es "una persona con una deficiencia física muy acusada" y que otro, de edad "más madura", está afectado por una "enfermedad grave". Aún así, recalca que ambos pasaron "casi con naturalidad a ser secuestradores y toleraron los golpes y abusos físicos y psíquicos que sufrió prolongadamente la víctima".

El tribunal, además, añade que los condenados aceptaron "modalidades de ejecución del secuestro tan insólitas como acudir personalmente a dejar una misiva en el domicilio del secuestrado, utilizar teléfonos móviles que pueden identificarse y dar lugar a su localización y utilizar un discurso amenazante, carencial, brusco y tosco, pero extraordinariamente eficaz, tal vez más eficaz por esa tosquedad, como si todo pareciese un esperpento que se concretó trágicamente en los hechos que se declaran probados en la sentencia".