El chaval de 21 años que el viernes desfiló esposado hasta el juzgado de guardia de Palma de Mallorca -cuerpo frágil, mente terrorífica y tímida sonrisa- permanece recluido en prisión. Termina la semana en la que los planes brutales de un jovenzuelo han estremecido a sus conciudadanos. Aliviados tras saber que se ha truncado el horror que pretendía consumar Juan Manuel Morales Sierra, quizás toca abordar cómo alguien puede acumular tanto odio y tener tan macabras intenciones. La Policía da por sentado que Morales iba a provocar una masacre en la Universidad de Baleares (UIB), incluso pone fecha, el 20 de abril de 2013, y se aferra a sus pensamientos plasmados por escrito en su diario. Ante el juez que le tomó declaración, el detenido matiza que en su cabeza planeaba la posibilidad de provocar una gran explosión en la UIB, si bien no llegó a tomar nunca la decisión. Eso sí, terminó comprando 140 kilos de material con el que hubiera podido fabricar los artefactos.

Pese a haber fracasado en su formación académica, actuaciones de Juan Manuel dan a pensar que no es ningún analfabeto funcional. Supo ir perfectamente a una biblioteca pública y leer Mein Kampf, nada menos que la biblia nazi, y lo más grave, entender y sintonizar con la ideología genocida de Hitler. Los psicólogos afirman que, de entrada, no buscaba notoriedad, si bien el joven en ningún momento ha buscado ocultar su rostro y durante meses ha cuidado de difundir sus maléficas ideas en la red. Bajo la apariencia de un chaval flacucho, se esconde una dura personalidad, capaz de interponer una denuncia por maltrato contra su propio padre, o de rechazar a su madre por tener "nariz de judía y no ser de la raza aria".

El joven terrorista en potencia reúne todas las características del ser antisocial. Es introvertido, solitario, individualista. Odia a los inmigrantes, a los pijos, a los universitarios. ¿Pensó volar la UIB quizás porque él mismo vio truncado su deseo de matricularse en el campus y se sintió víctima? Compañeros de pupitre en el colegio Nuestra Señora de la Consolación, del Pont d'Inca, donde cursó sus primeros estudios ya con problemas, recuerdan el trato degradante al que sometían otros alumnos al hoy detenido: "Era objeto de burlas de la gente, muy introvertido, era el friki del lugar".

La psicología encuentra explicaciones a comportamientos como el de Morales, labrados durante años de menosprecio de su entorno social desde la infancia. "Odio a los niños cuyos padres les dan 50 euros", es una de las frases en internet que se atribuyen al veinteañero. A la espera de que la Justicia determine si el joven tenía capacidad real para hacer saltar varias facultades, quizás haya que abrir también el debate social y político sobre si estamos preparados para detectar a tiempo y dar respuesta adecuada a los descarriados por múltiples casos y factores.

Porque ¿estamos ante un "hecho aislado, de un perturbado solamente", como opina el presidente del Govern, José Ramón Bauzá, o por el contrario se esconden hoy otros perfiles como el de Morales en fase de larva? ¿Cuántos adolescentes mantienen una "nefasta" -el detenido dixit ante el juez- relación con sus progenitores? ¿Cuántos padres contemplan entre la impotencia y la indiferencia a sus hijos absortos en sus habitaciones, prisioneros de internet, y se desentienden de su educación delegando únicamente en el colegio o instituto de turno? ¿Cuántos profesores de PQPI asumen a diario que dentro de unos años verán a algunos de sus alumnos en los titulares de sucesos?

Porque aunque las siglas del Programa de Cualificación Profesional Inicial suenen a chino a la mayoría de la población, en el mundo educativo mallorquín están a la orden del día. Al igual que lo cursó Morales, es el último recurso para los nombres y apellidos que hay detrás de las frías estadísticas e informes del fracaso escolar, que Balears encabeza en el ranking de toda Europa. El caso de Morales puede resultar fácil de resumir, pero los motivos y los antecedentes son más complejos e incumben a toda la sociedad. La matanza de Colorado en 1999, que el mallorquín quería emular, dio pie a Michael Moore a filmar Bowling for Columbine, el documental que aborda la cuestión de la violencia y la tenencia de armas en EEUU. Salvando las distancias, tal vez arrinconado el peligro corresponda afrontar ahora qué se cuece en nuestro submundo juvenil.