El único superviviente del trágico accidente que costó la vida a dos primos submarinistas de 26 años, vecinos de Porto do Son, José Manuel Pérez Míguez, asistió ayer – visiblemente conmocionado– al funeral conjunto. Los fallecidos, Juan Torres, propietario de una tienda de bicicletas y Benigno Torres, marinero profesional, practicaban desde hace años la pesca submarina, según sus allegados.

El tercer ocupante de la planeadora, el único que sobrevivió al siniestro, se mantuvo a flote en el mar y con vida durante siete horas, amarrado a los cuerpos de sus compañeros ya fallecidos. El superviviente creyó que "si moría, rescatarían los tres cuerpos juntos y lo enterrarían con sus amigos. Si se salvaba, los encontrarían a todos", según relató a un empleado de la Cofradía de Porto do Son, Francisco Quintáns. El patrón mayor, Tomás Fajardo, avanzó que "lo hizo para evitar que los cadáveres se fuesen con la corriente y también para no morir de hipotermia, gracias al calor de ambos". Fajardo aplaudió la "sangre fría" del superviviente, de 35 años, ante los duros momentos y la situación vivida pero reconoció que gracias a que José Manuel los ató a su propio cuerpo, pudieron hallar a los tres cuerpos juntos.

El accidente sucedía a causa de un fallo del motor de la planeadora, que tiró al mar a los tres y al dar vueltas sobre sí misma, mutiló a los dos primos con las hélices. Un amigo de las víctimas que participó en las labores de su búsqueda, indicó que Pérez Míguez relató que hacia las 20.00 horas del sábado, cuando se disponían a regresar al puerto, repentinamente el cable de la hélice rompió, la embarcación comenzó a dar vueltas y los otros dos tripulantes murieron.

En ese momento él se encontraba en proa y "sólo llevaba puesto el pantalón de neopreno", por lo que con el paso del tiempo y a medida que empezó a tener frío decidió "atarse a sus compañeros" muertos. Familiares de las víctimas y marineros de la zona participaron toda la noche en las labores de rescate, que culminaron a las 3.30 de la madrugada.

El superviviente se presentó ayer entre los centenares de vecinos que se desplazaron al funeral para el que hubo que habilitar una zona al aire libre y próxima a la playa de Queiruga, parroquia natal de los fallecidos. Eran hijos de dos hermanos y armadores muy conocidos en la zona, por lo que la parroquia y el concello de Porto do Son –oficialmente de luto– siguen conmocionados. Los pescadores no salieron a faenar, aunque siguen las labores de búsqueda de la planeadora, sin que por ahora haya resultados satisfactorios. Expertos comienzan a pensar que está hundida o, si flota, lo hace entre aguas.