El autor confeso de la muerte de dos gais en Vigo, Jacobo Piñeiro Rial, no actuó bajo los efectos de alcohol y drogas (ya se le habían pasado), ni se hirió la mano en el forcejeo inicial con una de sus víctimas para desarmarlo al verse amenazado antes de asestar 57 puñaladas, 22 a Julio Anderson Luciano y 35 a Isaac Pérez Triviño, a tenor de las pruebas forenses.

El testimonio de las dos profesionales que realizaron las autopsias y ayer testificaron como peritos en el segundo juicio contra Piñeiro, desmontó la versión del acusado que defiende que actuó en legítima defensa y por un miedo insuperable a ser violado. Jacobo Piñeiro, según el informe forense, no actuó movido por un impulso repentino sino "con una conducta elaborada y planificada con un fin".

Así, las forenses explicaron al jurado que el acusado infligió las heridas en varios momentos diferentes y con dos cuchillos distintos propiciando una agonía de hasta 15 minutos a las víctimas; arrastró el cuerpo de Julio Anderson desde el dormitorio (donde se produjo la primer agresión) al salón, acuchilló a Isaac en su dormitorio, (no hay pruebas de que éste saliera de él); se duchó, metió cosas en una maleta y prendió cinco focos de fuego –dos de ellos en los cadáveres– antes de abandonar el piso.

Jacobo Piñeiro Rial sostiene que se hirió la mano derecha al desarmar a Julio Anderson, que le amenazó para tener relaciones sexuales. Las forenses consideran "muy poco probable" que lograse asestarles 57 puñaladas con dos dedos de la mano derecha inutilizados ya que tenía seccionados los tendones flexores, pues perdería fuerza y capacidad de sujetar cualquier arma. Por ello, sostienen que Jacobo tuvo que lesionarse en esa mano después de haber asestado las cuchilladas a Julio Anderson Luciano e Isaac Pérez Triviño, y no antes. En su opinión, la herida pudo producirse al resbalarle la mano cuando infligía alguna de las cuchilladas a sus víctimas, e incluso al intentar retirar el cuchillo con el que apuñaló a Isaac y que se melló al tocar el hueso de la escápula.

Según las autopsias, Julio Anderson presentaba 22 lesiones por un arma blanca de 3 centímetros de ancho y al menos 7 centímetro de largo en cabeza, cuello, hemitórax derecho, abdomen, piernas, espalda y mano izquierda. De ellas, una en el abdomen fue mortal por sí misma, ya que le seccionó la arteria ilíaca y provocó una hemorragia masiva. Otra de las cuchilladas le atravesó el corazón cuando estaba indefenso porque nada más iniciarse la agresión (posiblemente la tercera puñalada) le seccionó los nervios del hombro y dejó su brazo derecho inutilizado. Por eso, resaltaron que la víctima, de constitución atlética y fuerte, apenas tenía heridas de defensa.

El cuerpo de Isaac tenía 35 heridas por arma blanca, un objeto punzante de 23 centímetros de largo y 2,5 centímetros de ancho, en cara, cabeza, cuello, tórax, brazos y espalda y, según las forenses, tres de las que sufrió en el tórax son mortales por sí mismas, ya que afectaron a la tráquea, la vena cava y un pulmón. Isaac, que fue hallado en su habitación, sí presentaba heridas de defensa en antebrazos y manos.

Isaac, recibió las últimas puñaladas en la cara, un tipo de heridas que "no es frecuente" y que "algunos autores asocian con cuestiones emocionales o con un intento de desfigurar a las víctimas".

En el caso del acusado, que presentaba cortes superficiales en la cabeza y en las piernas, las forenses sostienen que son compatibles con mecanismos de defensa o bien con la posibilidad de que el propio autor de los hechos "se hubiera lesionado a sí mismo de forma pasiva".

En cuanto al cociente límite de Jacobo Piñeiro, una de las peritos afirmó que "conoce las diferencias entre lo que hay que hacer y lo que no, lo legal y lo ilegal".

Respecto al consumo de drogas y alcohol, una circunstancia que la defensa pretende utilizar como eximente, las médicos forenses explicaron que, pese a que los análisis confirman un consumo de cocaína, los efectos se mantendrían durante dos horas en combinación con alcohol. Así, las acusaciones deducen que, si el acusado consumió por última vez sobre la medianoche, no podía estar bajo los efectos de la droga cuando cometió el crimen, cuatro horas después.