“Vuelvo a ser como la Julia de antes”

Las pelucas oncológicas pueden ser una herramienta muy útil a la hora de ayudar a los pacientes a afrontar el proceso de la enfermedad

Alma Pacín colocala peluca oncológicaa Julia Sindin.

Alma Pacín colocala peluca oncológicaa Julia Sindin. / M. gonzález

M. González

M. González

El cabello forma parte de la identidad de cada uno. Lo saben muy bien las personas que, atravesando un proceso de cáncer, llegan a perderlo. Y no se trata de algo banal, ya que tanto hombres como mujeres informan de que la caída del cabello es uno de los efectos secundarios que más temen después de recibir el diagnóstico. Es algo que llega a producirles, incluso, angustia.

“El cáncer es una enfermedad con un fuerte impacto físico, psicológico y social y muchas de las preocupaciones y preguntas que se hace el paciente ante el diagnóstico son sobre el tratamiento y sus efectos secundarios”, afirma Elisa Alonso, psicóloga en la sede de Vigo de la Asociación Española Contra el Cáncer. “La pregunta sobre si se les caerá el pelo aparece muy a menudo. Y es que el impacto psicológico viene motivado, muchas veces, por el cambio físico que se produce en el paciente”, prosigue. “Y la caída del cabello es un cambio físico importante, porque es un componente de la identidad personal, de la imagen que uno tiene de sí mismo y el hecho de que se caiga afecta directamente a ese aspecto clave de la imagen corporal. No es de extrañar, de este modo, que puedan experimentar una sensación de bajo estado de ánimo o preocupación por este tema”, expone. Además, “es algo público, algo que los demás pueden ver continuamente” y también “un signo claro de la enfermedad oncológica”.

Por eso, la opción de recurrir a una peluca oncológica puede ser un buen aliado en este proceso. “Yo la llevo todo el día. Me la quito por la noche para que no se enrede tanto, pero incluso se podría dormir con ella por lo cómoda que es”, afirma Julia Sindin, natural de Portomarín, y que usa una peluca oncológica de pelo natural.

Inés García, con una de las pelucas que vende en Voar

Inés García, con una de las pelucas que vende en Voar / FDV

En un primer momento, Julia Sindin era reacia a usar peluca. Con su experiencia como peluquera –ahora está prejubilada–, estaba convencida de la incomodidad del accesorio. “Siempre dije que me pondría un pañuelo, que no la usaría”, reconoce que pensó tras el diagnóstico. “Pero la semana antes de la segunda dosis de quimioterapia se me cayó la tercera parte del pelo”, rememora. “Me vi con esos cuatro pelos encima de la cabeza y empecé a llorar y a sentirme mal. Es algo que me sobrepasó”, cuenta emocionada.

Empezó entonces a sopesar la opción de la peluca oncológica. “Probé primero en el hospital, pero no me gustó ninguna. Era una tela que no transpiraba y con siliconas. En otros sitios en los que busqué los precios eran desorbitados”, indica: “Fue entonces cuando mi mejor amiga dio con Alma Pacín”.

“Hace pelucas de pelo natural que trae de Brasil. Cuando fui a verlas y toqué el pelo lo vi tan natural que, tras explicarme cómo las trabajaba, me decidí. Alma les da el color, les hace el corte que quieres, en mi caso como lo llevaba antes. Hasta me hizo el moldeado. Me veo como antes, vuelvo a ser yo”, celebra. “Ahora salgo por ahí el fin de semana, no se mueve para nada, el cuero cabelludo transpira perfectamente, ya que no lleva telas ni siliconas y no pica”, afirma.

Los cuidados de su peluca oncológica son también sencillos. “No se engrasa, con lo que no tienes que lavarla tan a menudo, y hay que hidratarla, porque es pelo muerto”, explica. El secado hay que realizarlo “con cuidado, con un difusor si es rizo o también se puede planchar si lo quieres liso”, asegura. En su caso, optó por un corte como el que lleva antes del tratamiento, pero “un poco más oscuro, porque antes tenía ya mucha mecha”.

“Al principio me dejó el flequillo largo y no me encontraba, pero después de unos retoques me encontré bien. Vi a la Julia que era antes, con el mismo corte, el mismo rizo, el mismo peinado...”, insiste.

En su caso, reconoce que la peluca la ha ayudado mucho a superar el impacto emocional que supuso la pérdida del cabello. “Ahora salgo a la calle y no me preocupo si me miran o no porque no se nota que es una peluca. Incluso, cuando la estrené, me vio una amiga que no sabía qué problema tenía y no se enteró de que lo que llevaba era una peluca”, rememora.

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Julia Sindín, paciente oncológica

“Yo era reacia, pero ahora, si no tuviera la peluca, no saldría de casa para nada”

“A mí, llevarla me supuso todo. Pasé de decir ‘me voy a quedar encerrada’, a seguir saliendo, a tener la misma vida que tenía, a seguir siendo yo. Si no hubiera hecho esto, no saldría de casa para nada”, apunta. “Con la pañoleta, por ejemplo, te la pones cuando sales a la calle, pero en casa hay espejos y si te ves sin ella lo pasas mal. Con esta peluca, en cambio, puedes estar todo el día con ella que no te va a hacer daño, no sufre tu cuero cabelludo. Estoy muy contenta de haber llegado a las manos de Alma; no puedo pedir más”.

“Cada peluca es diseñada siguiendo un proyecto personalizado, adaptándose a las características y gustos únicos de cada cliente”, explica Alma Pacín, que oferta en las pelucas a medida, incluso a domicilio, “una innovadora y vanguardista opción para personas que desean mantener su estilo y vitalidad, incluso en circunstancias que pueden ser difíciles, como es el caso de los pacientes oncológicos”, expone. “La atención personalizada garantiza un resultado final que no solo cumple con las expectativas del cliente, sino que supera todas las aspiraciones en términos de calidad y apariencia”.

Alma Pacín se dedica “desde los 14 años a la peluquería”, pero hace nueve años su padre enfermó de cáncer y eso le dio una nueva dimensión a su vocación. “Cuando lo acompañaba a las sesiones veía, sobre todo, a muchas mujeres que estaban pasando por ese proceso y era algo que me impactaba mucho”, reconoce Pacín, que tiene su negocio en Lugo. “Fue ahí cuando empecé a querer formarme y a aprender”.

Ahora, es consciente de lo mucho que puede ayudar a tantas personas que están atravesando un proceso tan duro como un tratamiento oncológico. “Les ayuda mucho en su autoestima, para que se encuentren bien, que se reconozcan en el espejo”, valora Alma Pacín, que hace y diseña las pelucas con pelo natural a medida de cada cliente. “Voy metiendo el pelo en una tela, sin siliconas; transpira perfectamente y no produce picor”. Y destaca la importancia de esto último: “La gente que está pasando por un tratamiento oncológico suele tener la piel muy sensible y cualquier cosa le irrita, por eso intento ofrecerles lo mejor”.

En cuanto se ven con la peluca, Alma Pacín afirma que “se reconocen en el espejo, vuelven a tener la misma imagen de antes y, aunque ellas saben que llevan una peluca, quien no lo sabe no lo detecta”.

Sus pelucas varían de precio, llegando a los 1.000 euros, pero su intención es que puedan ser accesibles para todo el que la necesite, por esto estudia opciones para que “puedan pagarse a plazos”.

Voar

La experiencia vivida con su madre, y con algún familiar más, también animó a Inés García Pereiro a enfocar su vocación hacia las pelucas oncológicas en un negocio en el que también trabaja a domicilio. “Fue lo que me acabó de abrir los ojos para darme cuenta de las dificultades a los que se enfrentan los pacientes oncológicos”, expone. “La peluquería es más que unas mechas o un corte de pelo, es identidad, es profundidad interior”, dice la fundadora de Voar.

“Hay personas que lo que buscan es estética; otras, mantener su privacidad porque, si tengo un cáncer pero no me apetece ir contándole a todo el mundo que estoy transitando esta enfermedad, con una peluca la mayoría de la gente ni se da cuenta”, explica.

En su caso, trabaja con pelucas ya hechas tanto naturales como de fibra sintética. “Tengo mucho en cuenta la economía de las clientas porque hay personas que se la pueden permitir, pero otras no”, destaca. Lo que sí hace es personalizarlas en función de los gustos de cada uno: “Las corto y busco el color que más se le adapte en función de sus gustos y necesidades”.

La pérdida del cabello es un impacto muy grande. “De repente, no se reconocen a sí mismas”, asegura. De ahí, que muchas le pidan una peluca con un estilo similar al que ya tenían. Cuando se la ponen, experimentan “un chute de energía brutal”: “Vuelven a ser ellas, se miran al espejo y se les ilumina la cara; es algo mágico”.

Alma Pacín coloca la peluca oncológica a Julia Sindin

Alma Pacín coloca la peluca oncológica a Julia Sindin / FDV

Un banco de más de 200 pelucas en la AECC que funciona de manera altruista

La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) cuenta en Galicia con un banco de pelucas que funciona de manera altruista. Uno de esos bancos está ubicado en la sede de la AECC en Pontevedra y está abierto a todo paciente que lo precise. “Las pelucas están expuestas y en la sala hay una mesa, una silla y un espejo”, indica María Sanmartín, trabajadora social en la entidad. También se pueden obtener pelucas en otros centros en la AECC de Galicia, como los de A Coruña y Ourense.

“La gente viene las prueba y, si les gusta alguna, se la llevan. Son gratuitas”, subraya. “Hay quien la lleva a la peluquería para arreglarla y ponerla a su gusto. La peluca que se llevan la hacen suya. Cuando pasan el proceso, si la peluca está bien, la devuelven para poder donársela a otra persona”. También cuentan con una voluntaria que ofrece asesoramiento sobre los cuidados que requiere o cómo colocarla”, afirma. En el banco de la AECC hay unas 200 pelucas, “tanto naturales como sintéticas”. Para las personas que no se pueden desplazar hasta Pontevedra, “podemos quedar con esa persona en alguna oficina de otro punto de Galicia”: “Nos mandan una foto de cómo tenían antes el pelo y les llevamos unos cuantos modelos para que puedan elegir”.

“Mantener una buena imagen, lógicamente les va a ayudar a sentirse mejor y a tener una mejor recuperación”, destaca la psicóloga Elisa Alonso. “Es cierto que cada persona es un mundo y hay quienes no quieren peluca y prefieren gorros o pañuelos, pero el hecho de poder probarlas les ofrece la posibilidad de planteárselo”, dice. “Algunas personas siguen en su idea de no querer ponerla y no se la ponen y otras que eran más reticentes, finalmente se la ponen; cada uno toma su decisión en base a lo que le va bien a su imagen y comodidad”.

“Si podemos darles esa posibilidad les ayuda a encontrarse de otra manera, un poco más ellas, y eso es muy importante de la recuperación psicológica: Es algo mucho más que la estética”, añade Alonso. “Toda ayuda es poca y, aunque no puedas eliminar los miedos, sí puedes disminuirlos, darles un poco de confianza. Las personas diagnosticadas se sienten diferentes y darle normalidad a esta situación, ya sea la alopecia u otro efecto secundario, ayuda a afrontar la enfermedad”.

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