Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jorge Bucay: "El cuento puede llegar a movernos directamente el corazón"

"Cuando uno está sereno y satisfecho es lo que yo llamo ser feliz, que nada tiene que ver con estar alegre", asegura el autor argentino

El escritor Jorge Bucay. // Efe

Autor de "El camino de la felicidad", "El camino de las lágrimas", "Cuentos para pensar" o "Cartas para Claudia" , sus libros de autoayuda, comprensión y superación dan la vuelta al mundo. Son conocidas las frases de Jorge Bucay sobre la vida y el auto-conocimiento y sus cuentos se han convertido en recursos imprescindibles para transmitir sabiduría y valores a grandes y pequeños.

-¿Cómo se cuenta un cuento?

-Hay miles de libros y cursos que explican cómo hacerlo. Recomiendan al narrador que conozca el cuento, se meta en el personaje y que le ponga corazón al relato. Esa capacidad, que para algunos es innata y hay gente que nace con habilidad para contar cuentos, se puede también aprender. El cuento es mucho más cuando el contador le pone de lo suyo. Ya está escrito, ya está hablado, ya se conoce, alguien lo recogió, alguien lo traspasó?, y ahora el narrador agrega el matiz del timbre de voz y la entonación. Yo siempre recomiendo en mi consulta que aprendan a contar cuentos. No se trata de recitar una historia, hay que actuar el cuento cuando uno lo cuenta.

-¿En qué basa su poder sanador?

-El cuento es un mensajero de sabiduría. Yo creo que el cuento que perdura en el tiempo es un cuento que debe traer un mensaje valioso para que la gente siga contándolo. No es casual que unos relatos tengan cuatrocientos, quinientos o mil años de historia y sigan teniendo vigencia. Si la tienen es porque la verdad que enseñan sigue vigente. Contar cuentos es rescatar esa verdad de alguna forma. Los cuentos evocan una respuesta emocional, no tanto intelectual. Y dado que gran parte de las cosas que nos pasan ocurren en el mundo de las emociones, el cuento puede llegar directamente ahí para movernos el corazón.

-Recupera en su nuevo libro, "Cuentos clásicos para conocerte mejor", algunas de las historias más conocidas de la literatura infantil. ¿Qué puede decir de "El patito feo"?

-Yo pongo el acento en algunas cosas que creí ver en los cuentos clásicos y que me parece que no se les presta tanta atención. Ninguna de estas cosas es tan enigmática como para que nadie las pueda ver. Yo solo he querido poner en evidencia que todos los cuentos siempre tienen cosas para dar, más de las que se ven a simple vista. En "El patito feo", más allá de la historia clásica que uno puede entender e interpretar como el pobre patito que es despreciado, es una situación en la que cualquiera de nosotros se puede sentir identificado. ¿Quién no ha sido discriminado por gordo, bajo, simpático, alto, malo? Más allá de esta situación, que cuenta la historia de todos nosotros y de cómo el cuento sugiere que tarde o temprano uno puede triunfar en la vida a pesar de sus defectos, "El patito feo" responde a las tres grandes preguntas de la humanidad: quién soy, dónde voy y con quién. El patito feo quiere darse cuenta de quién es, de que es un cisne, y tiene que darse cuenta de que su camino no está en el corral, tiene que saltar fuera y encontrarse con aquellos que son capaces de volar con él.

-¿Por qué cometemos siempre los mismos errores?

-De alguna manera porque no aprendemos del todo cuáles son esos errores. Es más fácil cometer el mismo error que buscar nuevos errores. Creo que esto forma parte de nuestra naturaleza. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra; y yo no diría dos, sino mil veces. Es un tema de educación y de aprendizaje. Seguramente las piedras con las que nos tropezamos son las que más frecuentemente se encuentran en el camino de aquellos que son como yo. Habrá que estar más alerta si uno no quiere tropezarse con la misma piedra. En todo caso, si tuviéramos que aprender de cada tropiezo, por lo menos nos tropezaríamos con piedras diferentes e iríamos aprendiendo cosas de cada caída.

-Dice que ser feliz es sentir la convicción de estar en el camino correcto. ¿Cómo podemos saberlo?

-Esa es mi opinión; seguramente cada pensador tendrá una definición de la felicidad. Primero habría que definir qué le da sentido a tu vida. El primer paso sería darte cuenta de cuál es tu propósito en el mundo en el que vives, darle el sentido que sea importante, que sea trascendente para tu vida. Después habrá que sacrificar todo lo que sea y dedicarle toda la energía necesaria para encaminarse en ese rumbo y no dejar que nada te distraiga. Me parece que es un tema de decisiones, pero sobre todo es un tema de compromisos para el camino que uno elige. Cuando uno sabe dónde va y está dispuesto a renunciar a lo que sea necesario para mantenerse en su camino, entonces se encuentra sereno y satisfecho de lo que está haciendo. Esa serenidad y esa satisfacción es lo que yo llamo ser feliz, que nada tiene que ver con estar alegre, sino con estar tranquilo y contento.

-"Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra". Así comienza uno de sus cuentos más famosos. ¿En qué consiste esa búsqueda?

-En estar con los ojos abiertos; estar con el corazón dispuesto; estar con las manos listas; en estar presente y en transmitir que la vida te sorprenda sacándole partido a cada situación. A eso me refiero cuando digo buscar pero no necesariamente encontrar. Buscar significa que cada cosa, que cada situación que la vida me presente, voy a poder capitalizarla para mí; voy a poder, como en el cuento, vivirla intensamente, que es lo que hace que la vida sea realmente vida.

Compartir el artículo

stats