Hoy se cumplen 25 años desde que Estela Estévez corrió en Barcelona su semifinal olímpica,y la de los miles de espectadores que jalearon su nombre en el estadio, sus amigos y familiares que la animaron desde casa, y sobre todo sus compañeras y su entrenadora, Oliva Román.

"Yo nunca entrené sola. Victorias o derrotas, eran de todos. Cada vez que volvía de un viaje, me esperaban para que les contase mi historia. Éramos amigas y hermanas con un proyecto común. Antes de irme a los Juegos, les invité a a una comida. Era lo mínimo, porque es de bien nacidos ser agradecidos, como dicen Oliva y Joaquín (representante de la atleta y marido de Oliva), que son mucho de refranes y de principios, y yo me regiré siempre por los que me han inculcado y me han hecho ser como soy. Hace unos meses hubo cambios importantes en mi vida y vuelvo a tenerlos presentes. Ser capaz de sufrir, seguir con tu proyecto, aunque las cosas se tuerzan. No te retiras ni lo dejas a medias. Los valores del deporte se aplican a la vida", analiza la deportista.

El verano de los JJ.OO nunca habría llegado sin muchos más, cuando Estela era adolescente y el grupo, por aquella época solamente compuesto por mujeres, acampaba en Santa María de Oia a final de temporada. "Era maravilloso, nos poníamos morenas, jugábamos y cuidábamos nuestra amistad". Estela reconoce que "en el momento no nos dábamos cuenta de lo importante que era aquello, ser una familia, convivir, la conexión entre todos. Mi grupo de entrenamiento fue especial para mí, nunca me olvidaré de nadie; Eugenia, con la que siempre he competido al máximo, a veces ganó una, a veces la otra, y jamás surgieron problemas ni envidias; Marcos, mi compañero de guerra tantos años; Rosa Ana, admirable y luchadora; Belisa..."

Y tampoco habría sido sin su entrenadora: "Oliva fue pionera, una de las primeras entrenadoras que se dedicaron a entrenar a chicas, y además en aplicar ejercicios de técnica o fuerza. Empecé a correr con 13 años, en el 78, y me uní a ella al siguiente. Recuerdo que aunque era muy joven (tenía 26 años) para nosotras era una señora, imponía mucho respeto, tenía carácter. No te podías andar con tonterías con ella, que siempre ha exigido el máximo de la gente, pero también valoraba el esfuerzo, aunque no consigas nada con ello. Se ha volcado con gente que no han sido grandes campeones, pero le han mostrado su arrojo".

Oliva y Estela cimentaron una relación basada en la confianza que fue básica para su éxito:"Oliva se caracteriza por la paciencia.Yo nunca he malinterpretado sus entrenamientos, ni les di vueltas, eran así y punto, y poco a poco la mínima se fue acercando. Bajé de 9.10, de 9.02... y con ello la confianza de poder conseguirla aumentaba, pero no fue real hasta que Oliva me dijo que estaba preparada. Le creí y creí en mí, porque sus palabras significaban que la valía, independientemente de que después saliese o no. Ese fue el punto de inflexión: cuando ella lo vio claro, porque nunca miente. Y un poco más tarde, cuando alcancé mi billete olímpico en Oslo, me fui pitando a una cabina y le llamé, le dije '¡Lo conseguí!', ella ya lo sabía, lo había visto por la tele. Estábamos muy contentas".

En cuanto a las Olimpiadas de Barcelona 92,"nunca fui consciente del todo hasta que llegué a casa y me senté. La Villa Olímpica era maravillosa, tantos deportistas reunidos, visitar sus entrenamientos. Acudí al de un joven boxeador de peso ligero, al del equipo femenino de hóckey hielo. Yo solo era una miguita. Ir a unos Juegos Olímpicos es la meta a la que aspiramos muchos, y allí compartí grandes experiencias con amigas que siguen siéndolo hoy día, como Amaya Andrés,corredora vasca de 800 metros. Recuerdo la anécdota de que allí todo el mundo hablaba en catalán, y para entrar en la Villa tenías que pasar una especie de escáner. No entendíamos a la encargada, y nos contestó que no le permitían hablar en castellano, así que nos pusimos a charlar Amaya en vasco y yo en gallego. Todo era una fiesta en la Villa".

Pero lo más importante, reconoce Estévez, fue "entregarle a Oliva la recompensa de tanta dedicación, mostrar el trabajo de las dos. Estoy segura de que sin ella y Joaquín nunca lo habría conseguido", recalca la atleta. En cuanto a su carrera, es consciente de que competía con las mejores del mundo, y aunque no alcanzara la final consiguió la proeza de quedarse a solo 14 centésimas de su mejor marca."Llegamos en buena forma y competimos fenomenal. Cada uno utiliza su táctica, la nuestra era correr a muerte de principio a fin. Yo tenía que hacer mi carrera, buscar mi límite y si no es suficiente al menos habremos competido bien. A alguien que hace eso nunca se le puede achacar que no estuvo al nivel", analiza la viguesa. "Barcelona 92 marcó un antes y un después, fue una maravilla. Estás arropada, el estadio ruge cuando suena tu nombre. Y pensé: 'os voy a enseñar lo que sé hacer'.Quise ser generosa con mi esfuerzo y estoy orgullosa de esa carrera, de nuestra manera de correr dando siempre la cara, no dejar que otras marquen el ritmo".

Pocas temporadas después de los Juegos, con 30 años, la atleta dejó el deporte:"El error fue que satisfací mis expectativas, me conformé con el objetivo cumplido. Era relativamente joven, pero inconscientemente comencé a ver mi final, cuándo me iba jubilar, y me lesioné y agobié. Llevé mi carrera deportiva como yo me sentía, y en ese sentido no me arrepiento, pero siempre pienso en lo difícil y duro que tuvo que ser para Oliva cuando lo dejé. Creo que fui egoísta, porque ella trabajó mucho y era el momento.Yo le corté eso, pensé en mí."

Sobre si lleva bien el ir y venir de los medios, tanto entonces como ahora que se cumple este aniversario:"Es normal que me llamaran, y que dejaran de hacerlo no me importa en absoluto. No necesito que me recuerden, es a mí a quien enorgullece. Es algo que hemos conseguido". Habla en plural, porque "jamás será suficientemente reconocido el esfuerzo de los entrenadores. No lo valoran sus propios atletas, cómo lo van a valorar los demás. Oliva lleva años ahí, sin cobrar un duro por esto, siempre dispuesta a escucharme cuando la necesito para cualquier duda, a lo largo de todos estos años. Desde que tengo uso de razón siempre me ha dicho las cosas como son, aunque duelan, y eso me ha servido para aprender".