El doctor Mario Alonso dejó el bisturí hace una década, después de más del doble como cirujano. Su convicción de que la palabra también puede curar le ha llevado a dar charlas por todo el mundo para convencer a los oyentes de que cambiar la mente puede cambiar la vida. Ayer su filosofía lo trajo hasta el Pazo de los Escudos en Vigo, donde impartió una conferencia.

-Usted defiende que mantener una actitud positiva puede modificar la vida de una persona y además lo basa en explicaciones médicas, ¿no?

-La actitud es cómo una persona se relaciona con su entorno. Si va a una conferencia y su predisposición no es abierta, de observar con curiosidad, es muy difícil que aprenda. La atención estará dispersa. La actitud no es el único ingrediente para que una persona pueda transformar su vida, pero es una condición indispensable. A partir de que una persona modifique su actitud, el cerebro comienza a funcionar de una manera diferente y hace el cambio más probable.

-¿Cómo se construye esa actitud?

-La actitud cambia en dos momentos de la vida. El primero es cuando la persona se da cuenta de que algo radical tiene que cambiar porque así no quiere seguir. Cuando toma conciencia, su predisposición a explorar nuevas rutas es diferente. El segundo motivo es cuando escucha algo que de alguna manera le inspira a pensar que hay más oportunidades de las que hasta ahora ha visto y en ese momento, llevado por el interés, decide investigar. Cuando una persona se acomoda es cuando no hay cambio, es muy peligroso porque uno se abandona y esa hambre por explorar deja de producirse.

-A veces uno se acomoda por el miedo al fracaso.

-El miedo mental es probablemente el carcelero más tremendo de un ser humano. Una cosa es el miedo como elemento en la supervivencia de nuestra especie y otra cosa son los miedos generados por la mente, que son espejismos que vivimos como reales. Con frecuencia, para enfrentar el miedo es más valerosa la curiosidad por conocer cosas nuevas que la propia valentía. Pero no cabe duda de que el miedo es nuestro compañero a lo largo de la vida y no se trata de no tenerlo, sino de que el miedo no le tenga a uno.

-¿Cómo evitamos eso?

-Con un cambio de actitudes. Cuando yo digo que no estoy dispuesto a seguir bloqueado y que mi vida sea el de una persona asustada, cuando uno se planta frente a sí mismo empieza a cambiar la actitud. Lo que ocurre es que estas cadenas del miedo, que son muy potentes, debilitan la convicción de que la persona va a encontrar un camino, pero en cuanto uno toma una acción comprometida y comienza a mover las piernas, esas cadenas se rompen.

-¿En algún momento es tarde para reinventarse?

-No, el concepto de tarde para algo tiene poco sentido porque mientras una persona respire puede tomar nuevas decisiones, que a lo mejor no transforman cosas del pasado, pero sí del presente y futuro, dure lo que dure. Esta experiencia de que puede reinventar su presente tiene que ser una gran ilusión independientemente de la edad que tengamos.

-Usted es médico, pero ahora se dedica a la comunicación, ¿qué motivó su cambio?

-Siempre valoré muchísimo el poder de la palabra para ayudar a sanar. Si tenemos en cuenta lo que dice la OMS de la salud, que no es solo la ausencia de la enfermedad, sino el bienestar emocional, psicológico y social de la persona, y dado lo que sabemos de la interacción entre el cuerpo y los procesos mentales, cualquier cosa que haga que una persona se sienta más esperanzada respecto a los desafíos que tiene en su vida, tiene una relación directa en el funcionamiento en su cerebro y cuerpo. Por tanto, mi profesión no ha dejado de ser la medicina. Dejé la cirugía clínica porque mis enfermos me insistían mucho en que compartiera mi experiencia y mensaje con otras personas que trabajaran en diferentes ámbitos. Empecé a dar conferencias en Universidades e instituciones y hace 12 años vi que no podría estar al mismo ritmo en ambos campos y opté por la formación e investigación.