Reencuentro. Ésta es la palabra que mejor define lo vivido la tarde del pasado viernes en el Centro Hispanoamericano de Cultura, situado en el número 17 del Malecón habanero. Ese día, a esa hora, Nelson Villalobos, artista que se define como "cubano-vigués", regresaba a una sala de exposiciones de la isla después de un vacío insondable de 30 años. Y casi nadie con un nombre en el mundo del arte quiso perdérselo. La apertura de la exposición "La vivencia oblicua" devino en acontecimiento social y cultural. Los más importantes creadores cubanos, los críticos más influyentes, los directores de los museos más prestigiosos, un sinfín de colegas y amigos se reunieron para celebrar sobre todo dos cosas: el regreso de Villalobos a su país de cuna y, todavía más importante, que el genio del artista goza de una esplendorosa salud.

¿Y qué mejor forma de regresar a casa que de la mano de José Lezama Lima? Porque la muestra está inspirada en la obra y en la figura del poeta cubano, un tótem para los caribeños. "Yo siempre he trabajado con poetas a lo largo de mi vida. Con mi amigo Ángel Escobar, con Pessoa, con Oroza y por supuesto con Lezama Lima, cuya obra y personalidad me influyen desde estudiante. Al regresar a Cuba en enero, como por parte de magia, un volumen de Lezama acabó en mis manos y a partir de ese momento empecé a construir estos cuadros", explica Villalobos desde su casa de La Habana, en donde reside temporalmente con su hijo Pablo. "Lezama es un poeta que ha dado el ser al cubano, identidad a nuestra cultura", remacha.

La expectación generada por la vuelta de Villalobos ha sido extraordinaria. Artistas como Pon Juan, Pedro de Oraa, Osneldo García, Mendive, Montoto y el fotógrafo José Fors -todos premios nacionales en Cuba-; afamados pintores como Moisés Finalé, Alicia Leal, Juan Moreira o El Pollo (uno de los jóvenes talentos con mayor proyección), Margarita González (directora del museo Wilfredo Lam), críticos como María Magaly o Orlando Hernández... Todos -más de doscientas personas que abarrotaron un histórico e inmaculado espacio expositivo- acudieron a una cita que algunos la sintieron como una suerte de aparición. Villalobos se confiesa "abrumado" por tan egregia presencia.

"Ha sido emocionante. Me he reencontrado con gente que hacía 30 años que no veía. La sala se convirtió en punto de reunión de grandes artistas y de diferentes generaciones. Pero lo más importante es que la exposición ha gustado. Algunos no veían mi obra desde hace décadas, me habían perdido la pista [Villalobos vive en España desde hace casi 30 años, gran parte de ellos en Vigo] y me han transmitido sus felicitaciones, algo que para mí es gratificante", relata.

Mientras sobre el Malecón caía un tremendo aguacero de lluvia y viento, que colapsaba el tráfico, anegaba las calles y obligaba a habaneros y turistas a buscar refugio en los destartalados soportales, en las paredes del Centro Hispanoamericano se registraba otra formidable descarga. De color. Y es que el dominio de Villalobos de la técnica es magistral, y "La vivencia oblicua" es el mejor ejemplo de ese singular maridaje entre color y poesía.

Como enfatizó Javier Villaseñor, el agregado cultural de México durante su discurso de bienvenida, la pintura de Nelson es poética. Está impregnada de símbolos "universales y primitivos" (flechas, laberintos, agua, espejos, caracoles...), imágenes que seducen e impresionan al observador. Que le conmueven pero que también le hacen pensar. Elementos que le empujan a viajar. Al pasado, entendido como memoria, y al futuro. Y también hacia su propio interior, una travesía tan necesaria como a veces peligrosa.