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"Mad Mel" vuelve a la carretera

Excelente trabajo del actor en una película emocionante con un toque fatalista convincente

Mel Gibson, y su moto detrás.

Los tiempos de "Arma letal" quedan muy lejos y aquel Mel Gibson guaperas y un tanto blandito que coleccionaba muecas se ha convertido en un actor Guadiana y bastante desaprovechado (su vida privada poco convencional no ayuda quizás a su popularidad entre los que pueden contratarle), lo que es una lástima porque ahora su rostro es un paisaje propicio para interpretaciones de alto voltaje. Sobre todo, cuando lleva esa barba poblada con la que deambula durante gran parte del metraje de "Blood father". Cuando se la quita, su personaje muestra, curiosamente, una vulnerabilidad mayor y vemos a "Mad Max" avejentado pero con restos, o rastros, de aquella estrella que las enamoraba con una simple sonrisa.

"Blood father" no inventa nada. Ni lo pretende ni se lo pedimos. Narra con eficacia una historia de redención, venganza y sacrificio. Un padre de pasado turbio ve cómo su hija descarriada vuelve en busca de ayuda. Tiene a unos villanos detrás que quieren ajustarle las cuentas. Nuestro hombre vive haciendo tatuajes (de El Quijote y Sancho Panza, sin ir más lejos) en una caravana en medio del infierno. Si no le tocan las narices no pasa nada pero cuando intentan hacerle daño a su hija sale a la luz un tipo con muy malas pulgas. Solo hay que verle enfurecido para darse cuenta de lo mucho que ha cambiado Gibson: parece realmente un loco peligroso con los ojos como platos y cada arruga anunciando violencia. Lejos de volverse sentimentaloide o recurrir a tiroteos sin sentido, "Blood father" muestra una relación padre / hija nada complaciente y cargada de encontronazos, ofrece una mirada cruel sobre la amistad (memorable William H. Macy, aunque sea visto y no visto) y dibuja con Diego Luna un personaje de villano carismático y tormento interior. La realización de Richet es muy estimable, nada pretenciosa ni efectista, y ofrece momentazos que homenajean a "Mad Max" (moto incluida) antes de un conmovedor desenlace con un Gibson en estado de gracia. Queremos más así.

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