"Imágenes insólitas, entre la psicodelia y la realidad", así podría definirse la exposición de Valentín González que se inaugura esta tarde a las 19.00 horas en la sede de Afundación (Policarpo Sanz, 26). El artista asturiano se vale de capturas reales para jugar con los límites de la nitidez y mostrar lo que ya estaba ahí pero que no era perceptible a simple vista.

"Círculos de confusión" es una muestra que reúne una selección de treinta obras del fotógrafo de Gijón. Una serie de imágenes que representan el recorrido creativo de este artista, con más de veinticinco años de carrera a sus espaldas. Gracias a la Fundación Laxeiro, estas fotografías se podrán ver por primera vez en Galicia hasta el 25 de junio después de haber viajado por Rusia, Francia, Moldavia, Alemania, Estados Unidos, Bélgica e Italia, en una exposición comisariada por Javier Pérez Buján.

Los "Círculos de confusión" se inventaron en el campo de la óptica para establecer una definición de la nitidez focal. El círculo de confusión es, por tanto, una unidad de medida que define el umbral de la óptima percepción visual.

"González utiliza la fotografía para, a partir de la captura de la realidad visual objetiva o, para ser más precisos, de lo que todos convenimos como lo visible objetivo, construir nuevas imágenes que están ahí, en el motivo fotográfico y que solo se nos hacen visibles a partir de la intervención del autor", explica el comisario de la exposición.

El título de la exposición refleja la posición desde la que el fotógrafo trabaja. El proyecto ilustra un proceso de evolución en su trayectoria, dirigido por la búsqueda del modo de hacer visible para los demás lo que él ve en el mundo que nos rodea.

Con una técnica siempre impecable, resultado de su cualificación como fotógrafo profesional y utilizando la fotografía analógica hasta bien entrado ya el siglo XXI, González nos muestra una serie de imágenes insólitas, que sobrepasan la fotografía entendida como proceso de captura de la realidad visible para, a partir de ella, desvelar otras realidades que conviven en el motivo fotografiado, pero que no son visibles hasta que el autor nos las muestra después de un proceso de manipulación de la imagen capturada, pero sin añadir nada que no estuviera ya, previamente en el motivo fotografiado.

Y es que el trabajo de González, lejos de ser una construcción mental, realizada a partir de imágenes inventadas, parte en realidad de lo que "ya está ahí", del objeto registrado por su cámara que, una vez seleccionado y captado, el artista va trabajando, mediante recursos como la saturación o la eliminación de colores y la manipulación de contrastes y luminosidades para, al final del proceso, mostrarnos aquello que él ya veía en la imagen original y que, ahora, mediante la obra acabada, es capaz de hacer visible para el espectador.

Llama la atención ese juego ambiguo entre objetividad y subjetividad, esos dos ámbitos que dividen nuestra percepción visual del mundo y que el artista asturiano es capaz de conciliar, anulando una frontera cognitiva fundamental en la construcción cultural occidental de lo que entendemos como realidad con independencia de su percepción.