El calvario en la estepa decenas de grados bajo cero, escasa comida e higiene, amenaza de enfermedades, tiros por parte de los guardias de seguridad del campo y la soledad de vivir lejos de la libertad y la familia de la que nada sabían desde hacía años se prolongó durante década y media para gran parte de los republicanos españoles en los gulags. Como culpables, se apunta al pasotismo de autoridades españolas pero también a camaradas comunistas en el exilio acomodado, según testimonios como el de Julián Fuster (el vigués que estudió Medicina en Barcelona, militó en el Partido Comunista, se alistó en el Ejército Popular en la Guerra Civil, para después exiliarse en Francia y después en la URSS donde fue médico militar del Ejército Rojo) que ofrece más sombras que luces sobre figuras como Dolores Ibárruri, la Pasionaria.

Fuster deseaba marchar a México donde estaban su hermana y su madre pero el permiso de salida no llegó. En su lugar, fue detenido por presuntamente participar en un intento de fuga de otros exiliados españoles. Antes de caer preso, escribió una carta con destino a su hermana donde indicaba (recoge el libro En el gulag): "La culpa directa es de los dirigentes criminales del PCE, que son agentes mercenarios de Moscú. Aquí están sus nombres: en primer lugar, Dolores Ibárruri, que sea maldito su nombre y que se coman los perros sus huesos. Esa gente nunca logrará salir de Rusia, porque para cualquier español honrado será un honor aniquilarlos".

La carta fue interceptada por los servicios secretos soviéticos en la embajada argentina en Moscú donde se había refugiado Fuster. El resultado fueron duros interrogatorios para acusarle de espía basándose en otros escritos en los que señalaba: "No pocos españoles cayeron presos por los alemanes. Comenzó un escándalo, y Dolores Ibárruri dio orden que a los españoles no se les permitiera ir al frente. Durante mucho tiempo se les mantuvo en Moscú y se les utilizaba para cortar leña. Mientras tanto, sus mujeres y sus hijos, que vivían en Asia Central, morían de hambre. Solamente en Kokand murieron 52 niños. Para alimentar a los niños, muchas españolas se dedicaban a la prostitución, mientras que el Estado Mayor encabezado por Ibárruri vivía felizmente en Ufá. ".

La crítica no se queda ahí: "Tras la guerra, comenzó una peregrinación para conseguir pasaportes de países latinoamericanos. Pronto los dirigentes del Partido Comunista organizaron una campaña contra la salida de los españoles. Muchos escribían cartas a Stalin o Molotov quejándose de Ibárruri, pero estos hombres rápidamente desaparecieron. Los que no podían soportar el acoso se suicidaban".