Los centenarios muros del palacio de Hevia guardan mil y una historias del devenir del Principado, entre ellas el origen de la Fundación Príncipe de Asturias. En la planta baja, a la izquierda del salón principal, hay una hermosa biblioteca de la que arranca un angosto pasadizo que conduce a la capilla privada. Una gran chimenea, ahora en desuso, enmarca la sala y dispone la ubicación de dos enormes sofás de piel con unos curiosos posamanos reclinables.

Y allí, en esos dos sofás, sentadas cara a cara, cuatro personas pusieron los cimientos de la Fundación Príncipe de Asturias. En uno estaban acomodados Pedro Masaveu Peterson, entonces responsable del grupo, junto a Adolfo Barthe Aza, a la sazón presidente de Caja de Ahorros de Asturias; frente a Pedro Masaveu se sentaba Graciano García, actual director de la Fundación y su verdadero creador, y a su lado, frente a Barthe Aza, Elías Masaveu, que tomaría el timón del grupo a la muerte de Pedro Masaveu.

Allí fue donde, un lejano día de 1980, Masaveu decidió apoyar la idea de Graciano García para crear una Fundación que vinculase al heredero de la Corona con Asturias; una Fundación que ahora, veintisiete años después, es una brillante realidad conocida en el mundo entero.

Como en el resto de las estancias del palacio, los cuadros, tapices y demás obras de arte comparten espacio con recuerdos y fotos familiares dispuestos en marcos de plata. En la biblioteca, junto a unas fotos antiguas, dos de esos marcos exhiben sendos recortes del diario La Nueva España: uno con una reseña de la hemeroteca, en la que Fruela se hace eco de un aniversario familiar, y otra con la noticia a cuatro columnas de la entrada de Fernando Masaveu en el consejo de administración de Hidrocantábrico, liderando ya el grupo Masaveu.