Cuando Manolo (nombre ficticio) cumplió la mitad de su condena, cuatro años y medio, le propusieron entrar en un proceso de reinserción que incluía clases y prácticas. "Se trataba de un curso de seis meses de limpiezas, con maquinaria; eran 15 plazas y conseguí una, y para mí ha sido como si me regalasen tres años de vida", asegura Manolo, que también había estado trabajando en el comedor del centro penitenciario.
De la prisión de A Lama pasó al CIS de Vigo y se puso a hacer sus prácticas en la empresa de limpieza Lua Clara. "Con las prácticas, la gente ve que hemos podido cometer un error pero que merecemos una oportunidad y somos igual de válidos que cualquier persona", asegura.
Gracias a su nueva condición, Manolo comenzó a poder ver a su familia los fines de semana. "Mi vida cambió un montón", cuenta.
De la empresa de limpiezas pasó a un taller mecánico, donde trabajó un año y ahora ha sido contratado de nuevo por la empresa de limpiezas. "Ahora solo me tengo que presentar una vez al mes en Pontevedra y tengo libertad para moverme por toda Galicia; me queda un año y dos meses de condena pero estoy muy contento", asegura.