Si alguien se mete a ver El coro pensando que se va a encontrar con un despliegue interpretativo de Dustin Hoffman (menos mal que es más selectivo que Robert De Niro) se va a llevar el mismo chasco que se llevaron los que picaron con Tomorrowland y El caso Heineken esperando tener a George Clooney y Anthony Hopkins casi en cada plano.

Y nada de eso. Hoffman tiene un papel importante pero secundario y su nombre se utiliza como reclamo ante la modestia de una película que responde dócilmente al manual de historia de niño problemático que encuentra a un maestro que le pone en la buena senda. Aquí, con la música como mecanismo de educación.

Desde "El club de los poetas muertos" hasta "Whiplash", el esquema es casi siempre el mismo y solo varía según la personalidad del profesor, que puede ser un ejemplo de bondad y paciencia o todo lo contrario.

En este caso, Hoffman se queda en un término medio, primero se pone duro y exigente, bordeando casi la crueldad, pero luego acaba desvelando su gran corazón y hablando de sus propios orígenes (craso error de guión porque la realidad no responde a las expectativas creadas alrededor de su enigmática figura).

Los tópicos se acumulan sin que falte el desenlace robalágrimas. En fin, Girard es un director de buen gusto visual y el reparto es competente pero la película es muy poca cosa.