Benito Hermida Atrio falleció sentado mientras esperaba su turno en una sucursal bancaria de Ribadavia, la villa de la que fue párroco y en la que llegó a ser considerado un "home santo" por su carácter extremadamente austero y samaritano. El trámite económico que le llevó aquel día de abril de 2010 a la oficina del Banco Santander era uno más en la larga lista de operaciones financieras y solidarias que el cura Don Benito desempeñaba con prudente discreción. Conectadas forjaron una fortuna de 1,2 millones de euros que el sacerdote dejó tras de sí en los fondos de la Fundación Hospital Asilo Nosa Señora dos Anxos de Ribadavia, entidad que gestionó de manera prácticamente unipersonal hasta unos meses antes de su fallecimiento.

Nadie en esta villa niega su capacidad para administrar los recursos que llegaban al geriátrico a través de las pensiones de los usuarios, donaciones desinteresadas que hacían los feligreses e incluso cesiones patrimoniales de vecinos no tan católicos pero que reconocían la gratitud del padre Hermida con las personas en situación de emergencia social. Quienes todavía le extrañan en Ribadavia aseguran que llegó a pagar de su bolsillo recibos de luz y alquileres en momentos de verdadero aprieto para las familias.

Puertas adentro de la Fundación trabajaba con la máxima austeridad para no derrochar ni un solo céntimo. Incluso invertía en Bolsa comprando y vendiendo acciones de Fenosa, Telefónica o el Banco Santander. Al cabo del tiempo, el saldo de la Fundación superó con creces el millón de euros.

Ese legado en una entidad sin ánimo de lucro dependiente del Concello y la Diócesis de Ourense ha permitido que el asilo no solo haya sobrevivido a la crisis económica sin afrontar ni un solo recorte en equipos, servicios y personal, sino que ha mejorado la prestación asistencial a sus 59 residentes.

El actual presidente del patronato y alcalde de Ribadavia, Marcos Blanco, reconoce la capacidad de gestión económica de Benito Hermida en tiempos "favorables" pero alaba aun más su labor social y altruista: "Atendía a todos y les cobraba solo lo que pudiesen aportar. Si no tenían nada, con más razón", señala.

La buena fama que adquirió el asilo gracias a esta labor desinteresada del sacerdote traspasó fronteras. No es raro que el nombre de la Fundación aparezca en testamentos. No hace mucho una mujer de Madrid le dejó en herencia su patrimonio inmobilario, un piso en El Escorial y otro en la capital española. No estaban en muy buen estado pero la solvencia económica de la entidad ha permitido rehabilitarlos y ponerlos en alquiler. Hoy generan ingresos que siguen engordando los fondos que dejó el párroco Don Benito, un hombre idolatrado por algunos fieles ribadavienses que no se explican que no se le hubiese rendido un homenaje "en condiciones".

Dicen quienes le conocieron bien que era excesivamente estricto con la forma de vida austera que recomienda la Iglesia, lo que le llevó a granjearse el calificativo de tacaño. "En su casa siempre se comía verdura y los días de fiesta carne asada o costilletas, era austero a más no poder", dice uno de sus amigos. Su hermana María, que convivió siempre con él asegura que "nunca me privó de nada" y se emociona al recordarle como un hombre "entregado a la misión". Sobre su gestión en la Fundación asegura desconocer "los particulares" pero sí recuerda que "invertía en Bolsa" y que en ocasiones mostraba su preocupación por los riesgos que estas operaciones contraían.

El padre Hermida dejó dicho que no quería flores en su funeral y así lo recogió su esquela. Era contrario a este tipo de gastos y tampoco le gustaban los fuegos artificiales en las fiestas. Falleció sin ver cumplido el sueño de construir un edificio propio para el asilo en los terrenos que adquirió junto al edificio histórico cedido por el Concello de Ribadavia para el geriátrico. El alcalde asegura que el proyecto no está descartado pero sí aparcado a la espera de que se apruebe el PXOM y la fundación logre financiación externa.