La vitalidad de Nina da Lua (Sonia Carmona) se transmite incluso a través de la línea telefónica. Su tono, jovial y seguro, contagia optimismo, ese mismo optimismo con el que decidió enfrentrarse al sarcoma de Ewing que le diagnosticaron en febrero de 2011. Sus vivencias, sus pensamientos, en definitiva cómo encaró la enfermedad es lo que regala al espectadora de "Hoy es primavera".

-¿Cuándo y por qué decide hacer este documental?

-Lo decido durante el proceso se sanación porque sentí una experiencia tan dentro de la piel, no solo por la transformación física, sino también de valores, y descubrí una forma de ser, un poder interior que ni imaginaba que tenía que pensé que si me salvaba o no ya era cosa de la vida. El sarcoma de Ewing fue una oportunidad para conocerme a mí misma y para encontrar el equilibrio con mi propia fuerza interior y con la naturaleza.

-Supongo que los primeros momentos, los inmediatamente posteriores a la comunicación del diagnósticos tuvieron que ser terribles...

-Me lo dijo mi madre, al oído. El médico se lo comentó en el pasillo; prefirió decírselo a ella. Y recuerdo cuando entró, su mirada. Me lo dijo al oído, abrazándose. Fue un momento íntimo. Me derrumbé. No pensaba en otra cosa que no fuera que mi hijo, que entonces tenía 3 años, se iba a quedar si madre. "¿Cómo dejo a mi hijo sin madre?", repetía una y otra vez. Lloré y lloré, pero al cabo de una hora me salió el instinto de supervivencia. Me dije: "Hay esto y tengo que seguir hacia adelante, no puedo huir porque al fin y al cabo, sigo viva, ¿no?". Mi hijo Marc me dio fuerzas para superar la enfermedad.. Quería que tuviese a su madre, yo quería seguir siendo madre.

-No tenía, además, buen pronóstico.

-No, aunque de eso me enteré después. Mi familia decidió no decírmelo, algo que le agradezco porque hubiera influido en mí. Tenía un sarcoma de Ewing, un tipo de cáncer que normalmente afecta a los niños, que por su ubicación, en el ala ilíaca izquierda, y su tamñano, 12 centímetros, no era operable. Las estadísticas no eran nada favorables y los médicos no daban nada por mí. Me ha quedado una cojera, pero mi hijo dice que no me preocupe, que mis amigos me esperarán. De los niños podemos aprender muchas cosas.

-¿No hubiera afrontado la enfermedad de la misma forma si hubiese conocido el pronóstico?

-¿Sinceramente? No lo sé. Siempre me quedará la duda.

-Y cuando decide seguir hacia adelante mira hacia su interior...

-Hice una proyección mental y me dije que no solo iba a salir de aquella situación, sino que iba a hacerlo reforzada. Y hubo momentos duros, de bajón, pero me puse como norma hacer lo que me apeteciera en cada momento. Y si un día tocaba llorar, lloraba, y si me apetecía quedarme en la cama todo el día me quedaba. Esto es parte del proceso.