"Se han escrito y se han dicho muchas cosas de Rosalía de Castro, pero yo creo que había que ampliar la mirada sobre la poeta, y hacerlo no solo desde el punto de vista literario, filosófico o político, sino también desde otros ángulos. De Rosalía como icono todavía no se había escrito nada hasta ahora, así que el objetivo de mi trabajo ha sido cubrir este vacío". Así explica Fernando Pereira Bueno la motivación que le llevó a embarcarse en esta suerte de odisea rosaliana a caballo entre dos continentes, Europa y América, que no solo se refleja en estas más de 150 imágenes, y sus correspondientes análisis, incluídas en la obra, "sino en otras muchas más que he encontrado pero que no están en el libro porque lógicamente tuve que seleccionar las que me han parecido más interesantes, unas por su rareza, otras por su originalidad, otras por su importancia..." . "De todos los retratos -refiere- el que más trabajo me costó en localizar fue el que hizo Federico Ribas en 1939 para un homenaje que la Federación de Sociedades Gallegas en Argentina tributó a la poeta gallega". Es un retrato que, además, rompe, aunque moderadamente, esquemas con otros anteriores en tanto en cuanto Ribas no concibió a una Rosalía triste y melancólica, sino que, en su propósito de embellecer y dignificar al personaje, resaltó una elegancia y un sosiego propios de una gran dama de alta sociedad.

Una de las conclusiones que Fernando Pereira ha extraído de su trabajo es que "la evolución de Rosalía como icono ha sido muy lenta y, de hecho, solo hasta los años 80 y 90 del siglo pasado no comenzó a cambiar de forma patente la manera de verla, de observarla....". En ello han tenido mucho que ver los nuevos soportes y las aportaciones realizadas desde el campo del diseño y la ilustración, empezando por el comic y culminando en la infografía". "Hasta esa época -dice Perereira-casi todos los artistas plásticos que afrontaban el reto de retratar a Rosalía lo hacían inspirados en descripciones literarias, cuando no en tópicos que se habían venido manejando desde hace más de cien años".

Pero a lo largo de las dos décadas finales del pasado siglo, y estos primeros años de la presente centuria, bien puede decirse que se ha gestado una suerte de "marca Rosalía" que, a la vez, se convierte en "una pieza fundamental de nuestro imaginario colectivo, en el símbolo cultural y nacional de Galicia". Iniciativas como las de las camisetas de Rei Cintolo, lejos de "vulgarizar" la imagen de Rosalía de Castro han contribuido, en cambio, a juicio de Pereira Bueno, a extender el icono hasta círculos insospechados sin perder ni un ápice de prestigio, sino más bien todo lo contrario: hoy en día hasta existe una imagen pop de Rosalía que, en Galicia, compite, sin ningún tipo de complejos, con las de las grandes estrellas del cine o del rock, y mismo con otras tan extendidas como las de Che Guevara o James Dean.

"La escritora es -afirma Pereira -casi el único personaje de la literatura gallega que muchos gallegos reconocen inmediatamente por la vista a través de sus representaciones iconográficas. Todos los gallegos la sentimos como una figura muy próxima, que se deja identificar en cualquier visión gráfica, no ya por los trazos físicos y la indumentaria sino hasta por la simple silueta. Lo sorprendente es que no la reconocen solamente las personas que conocen su poesía, sino aparentemente un número mayor de personas que nunca leyeron ni leerán su obra".

¿Cómo era Rosalía?

A los lectores de "Rosalía de Castro.Imaxe e realidade", al igual que a los de estas páginas, llamará poderosísimamente la atención que, dentro de los retratos pretendidamente realistas que se le realizaron a la poeta -la mayoría de ellos pintados tras su muerte y basados en fotografías-, se aprecian los radicalmente distintos aspectos físicos que presenta el personaje, y aquí ya no solo nos referimos a la diferencia de edad que tenía la protagonistas cuando le sacaron las fotos que inspiraron a los artistas sino a un asunto que ha merecido el estudio de Fernando Pereira: "Esto se produce -sostiene- porque la memoria física de Rosalía sobrevivió durante decenas de años gracias, fundamentalmente, a dos imágenes que fueron reproducidas en todas las formas posibles en periódicos, libros y revistas para ilustrar artículos, homenajes y trabajos literarios sobre la poeta. A partir de estas dos efigies, y de los retratos literarios que de ella se hicieron, y a los que me refería antes, los artistas fueron creando una imagen de Rosalía estereotipada, trivial, un icono que no representa a la poeta real, cuya identidad personal fue destruida y fragmentada. Los artistas trataron de realizar un retrato de carácter institucional y remodelaron su rostro hacia un ideal, apartándose mucho de su apariencia real con el sujeto representado. Es decir, una efigie preparada para su cuñación, para que pasase a ser leyenda".

Serían esta serie de obras las que contribuyeron a crear "una representación plagada de tópicos, en la que la escritora aparece como paradigma de un pueblo sufrido y resignado, con el rostro de una madre cariñosa, mito y encarnación del alma de su tierra". "Más de 125 años después de su muerte -continúa- Rosalía es una persona y, al mismo tiempo, un estereotipo, es decir, una imagen artificial que representa superficialmente algo de sí misma. Este repetido cliché nos muestra una mujer de rostro triste, desolado, melancólico, cansado, casi desprovista de realidad".

Claro que esta manipulación que denuncia el profesor Fernando Pereira Bueno, también se extendió al verdadero mensaje de la obra y vida rosaliana, del que su propio marido, Manuel Murguía, fue el primero y principal manipulador, aunque lo hiciese desde el apasionamiento o el ardor lírico, asegura el profesor Pereira quien, para concluir, deja en el aire una reflexión y un par de preguntas: "Tal y como está hoy el nivel de conocimiento de la escritora, si se manipularon su obra y sus escritos ¿cómo no se iba a retocar también su imagen física? ¿Tiene algo que ver la imagen de Rosalía con la persona de Rosalía?".