Ángela Ruiz Robles nació en León en 1895 pero desde 1918 estuvo asentada en Galicia tras ganar la plaza de profesora en las oposiciones para Magisterio, según apunta Luis Valle en su biobibliografía para culturagalega.org. Su primer destino fue Santa Uxía de Mandiá, en Ferrol, comarca en la que permanecería y en la que desarrollaría su carrera como inventora diseñando utensilios como la máquina taquimecanográfica, un mapa y atlas lingüístico gramatical y una enciclopedia mecánica para aprender nociones básicas de francés, inglés, geografía, matemáticas y lenguaje.

El principal impedimento la comercialización del invento fue nacer en una España 'corta de miras' que tenía como mujeres de referencia a Pilar Primo de Rivera (hermana del fundador de la Falange y creadora de la 'sección femenina'), que en 1942 aseguraba que "las mujeres nunca descubren nada; les falta, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles".

Una monografía editada este año por el Ministerio de Industria dedicada a la profesora bajo el título Ángela Ruiz Robles y la invención del libro mecánico demuestra que incluso en los años 40 del pasado siglo Pilar Primo de Rivera vivía en otra galaxia.

Rosa Martín Latorre, investigadora del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, asegura en la publicación del Ministerio que "el principal anhelo de Ruiz era facilitar el aprendizaje de las distintas materias, a través de la manipulación, la interacción, la intuición y el juego".

Para ello, prosigue, "proyectó diversos procedimientos mecánicos, adaptados a los contenidos de las asignaturas presentando las materias de una forma muy diferente a la de los libros tradicionalmente utilizados".

La primera inscripción del libro mecánico en el Registro de la Propiedad Industrial la realizó el 7 de diciembre de 1949. "En la memoria descriptiva, la autora -relata Martín Latorre- presenta por primera vez un sistema o mecanismo de activación mediante sencillos pulsadores que permitirían mostrar al alumno las lecciones o materias, de forma visual, interactiva y amena".

Ruiz proponía libros fáciles de manejar, de poco peso y volumen gracias a materiales como papel, cartulina, plexiglás o goma elástica. Incluso permitían el aumento para leer de forma cómoda textos cuya letra era reducida. El primer nombre que su inventora le dio a la creación fue "un procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para la lectura de libros". "Las asignaturas, con las lecciones separadas, se dispondrían en diversas placas u hojas que, accionadas por pulsadores, se elevarían hasta hacerse visibles a través de una pantalla", describe la monografía del Ministerio que se puede adquirir en su página web.

La patente fue mejorando y finalmente se transformó en una Enciclopedia Mecánica de la que hoy en día se conserva un prototipo con forma de maletín de chapa y acero en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de A Coruña.

Tras su jubilación, Ruiz viajó a Madrid para intentar por última vez que las editoriales sacasen adelante su proyecto. En 1971, había calculado que cada unidad costaría 75 pesetas y no pesaría más de 150 gramos. Buscaba una empresa que los fabricara. Los inspectores del Ministerio de Educación le decían: "Pero Doña Ángela, ¿cómo pretende que en algo tan pequeño puedan entrar todas las asignaturas, no se da cuenta que los maestros no lo van a entender?". Cuatro años después fallecía en Ferrol incomprendida.