Hace quince años, mucho antes de Facebook o cualquier uso relativamente cómodo de Internet, las salas de cine vieron cómo hordas de ciudadanos, mayoritariamente adolescentes y de sexo femenino, hacían cola fin de semana tras fin de semana para ver "Titanic", aquella epopeya que convirtió a James Cameron en el "Rey del Mundo", millonario, ganador de tropecientos Óscar, y experto número uno en el hundimiento del clásico barco.

Sin embargo, el peso de "Titanic" cargó, en gran medida, sobre la espalda de su actor principal, un joven de 23 años que venía de hacer películas independientes y medio desconocidas, que había sido nominado al Óscar a mejor actor secundario a los 19 años, que tenía fama de bromista incorregible en el rodaje y que, hablando en plata, era muy guapo. La mención a su belleza se justifica porque una década antes de la fiebre por Robert Pattinson, fue Leonardo DiCaprio el objeto de pasiones, amores, odios y críticas intransigentes. Durante un tiempo, el hecho de que DiCaprio fuese una cara bonita iba irremediablemente unido al hecho de que eso le convertía en un mal actor.

En la época llamémosla "pretitánica", el actor había recibido críticas elogiosas por su interpretación junto a Robert De Niro en "Vida de este chico" (1993), su discapacitado psíquico de "¿A quién ama Gilbert Grape?" (1993), su encarnación de los escritores Jim Carroll y Arthur Rimbaud en "Diario de un rebelde" (1995) y "Vidas al límite" (1995), respectivamente. Y fue polémico su Romeo en la versión del clásico de Shakespeare de Baz Luhrmann en 1996, papel que le dio el Oso de Plata a mejor actor en el Festival de Berlín. Aunque bello por fuera, por dentro todo parecía indicar que la carrera de DiCaprio iba a ser lenta pero segura, y que derrotaría la maldición del atractivo que muchos actores de su generación también habían sufrido.

Pero con el papel de Jack Dawson llegó el escándalo. Un DiCaprio más errático, más expuesto, más infantil, pobló las noticias durante meses, mientras se estrenaban "El hombre de la máscara de hierro" y "Celebrity", su única colaboración con Woody Allen. Hasta el año 2000 no se le volvió a ver en la gran pantalla y para entonces él se había esforzado en convertirse, al menos físicamente, en un hombre. "La Playa" (2000), única película de estudio de Danny Boyle, un director que había alcanzado la fama con "Trainspotting" y sus colaboraciones con el actor escocés Ewan McGregor, había hecho de DiCaprio su cabeza de cartel, rompiendo la relación entre los antiguos amigos director y actor. El resultado estuvo plagado de críticas negativas, aunque la mayoría salvaban la interpretación del protagonista.

Tras otros dos años en silencio, en 2002 DiCaprio volvió por partida doble: protagonizando junto a Tom Hanks "Atrápame si puedes", de Steven Spielberg, y colaborando por primera vez con su ídolo de la infancia, Martin Scorsese, en "Gangs of New York". Aunque las críticas por esta última hacían hincapié en el "baño" que Daniel Day-Lewis le daba al joven actor, vista con perspectiva, DiCaprio abraza su protagonista con autoridad y determinación. Una vez se conoce el resto de su carrera se puede entender lo mucho que aprendió de Marty, pero también de Daniel Day-Lewis, en ese rodaje extremadamente largo.

Tras "Gangs of New York", Scorsese y DiCaprio formaron una alianza que el director no conocía desde el tiempo de sus colaboraciones con De Niro. En 2004 "El Aviador", biopic de Howard Hughes, acercó a DiCaprio al Óscar, y un año después "Infiltrados" le dio al realizador su primer premio de la Academia. El actor, nominado ese mismo año por "Diamante de sangre", se volvió de vacío a casa y entre medias se empezó a gestar una leyenda de dos caras, una que dice que a Leonardo se le escapan los Óscar, y otra que replica que el actor está ansioso por recibir uno y que por eso se embarca en los proyectos que hace.

Si hay algo que diferencia a DiCaprio de otro actor de su generación ahora mismo es que parece que se toma demasiado en serio su trabajo y sus papeles. Atrás quedan las dudas sobre su competencia, porque ha demostrado ser un gran intérprete, pero raro es el rol, desde Jack Dawson, en el que se le ve relajado, y, desde "Atrápame si puedes", la única vez que se salió de madre fue en el último Tarantino, "Django Desencadenado", en el que encarnaba al malo más malo e histriónico de la película. De alguna forma el público sentía que él se lo había pasado igual de bomba rodando semejante despropósito como la audiencia al verlo. Pero esos momentos de asueto son escasos en sus colaboraciones con Ridley Scott ("Red de mentiras", 2008), Christopher Nolan ("Origen", 2010), Clint Eastwood ("J. Edgar", 2011) o, una vez más, Scorsese ("Shutter Island", 2010). DiCaprio se caracteriza por hacer papeles maravillosos en películas que, salvando algunos casos, no acaban siendo memorables. Su interpretación sobresale por encima de cualquier otro aspecto del producto final, y por eso es un actor respetado pero aún no reconocido.

Sin embargo, resulta curioso que su película más redonda en los últimos años aupase a su co-protagonista y se olvidase de él. Años después de "Titanic", "Revolutionary Road" reunió en la pantalla a Kate Winslet y al actor, bajo la mirada del entonces marido de Winslet, Sam Mendes. Basada en una novela de Richard Yates, "Revolutionary Road" es una historia destructiva, íntima y desoladora, de una pareja que estuvo muy enamorada pero que en el camino a la rutina perdió la chispa. La interpretación de la actriz, que la cubrió de premios y nominaciones, es espléndida, pero no menor es el despliegue de contención que ejerce su marido en la ficción, que aparenta una cosa pero siente otra. DiCaprio se lució en este papel y colaboró en una gran película que, por tragedias del destino, quedó aquel año relegada a un muy tercer o cuarto plano mientras, irónicamente, Danny Boyle paseaba por el mundo el "Slumdog Millionaire".

"El Gran Gatsby", adaptación del clásico de la literatura dirigida por Baz Luhrmann y protagonizada por DiCaprio, que se reencuentran tras "Romeo + Julieta", abre el próximo día 15 el Festival de Cannes y se estrena, en España, el 17 de mayo. Para entonces, Estados Unidos ya habrá podido catar la nueva visión de la novela de Scott Fitzgerald. Las críticas que llegan no son, de momento, demasiado halagadoras, pero todas coinciden en una cosa: DiCaprio borda, una vez más, el papel que le ha tocado, ese joven enamorado e insatisfecho que se reinventa constantemente para agradar a su amada.

A finales de 2013 se estrenará "The Wolf of W-all Street", su última colaboración con Scorsese. Tras ella el actor ha declarado que va a tomarse un tiempo de descanso, que dedicará a viajar por el mundo y luchar por el medio ambiente, tema en el que lleva años activo. "Appian Way", su compañía productora, tiene pendientes un par de películas, y viniendo del hombre detrás de la producción de "Los idus de marzo", no podemos más que frotarnos las manos.

En 2014, DiCaprio dejará de ser un adolescente y se convertirá en un cuarentón respetable. A pesar de una carrera que demuestra que puede con todo tipo de papeles, esperemos que cuando alcance esa edad y el mundo le tome en serio, él empiece a tomarse el pelo a sí mismo.