La tesis que sostuvo ayer Salvador Giner, esencia también de su último libro, es que nuestro tiempo, que tantos consideran yermo de convicciones morales firmes, es también el de los principios esenciales de la ciudadanía, de los derechos humanos, de la decencia pública obligada. Contra toda posición relativista o que invoque fuerzas sobrenaturales, su opinión parece contundente, esperanzada, racional... dicen de él.

En ese tono de humor cordial que también le caracteriza y cuando bromeaba con la veracidad de la imagen de libertades sexuales que los españoles atribuían antaño al verano de la Costa Brava, el sociólogo deslizó un comentario de interés muy actual. "Bueno, hoy en cualquier caso mis coterráneos catalanes están metidos en otras preocupaciones como independizarse o no, y no tienen tiempo para actividades sexuales".

Es opinión de Giner que no están los tiempos, por fin, para utopías. Que han sucumbido las de la izquierda "aunque no del todo, puesto que el anhelo por el triunfo universal y efectivo del respeto a los derechos humanos no disminuye. La indignación moral contra el orden capitalista o contra lo que algunos llaman el 'sistema' acopia energías populares de protesta airada. Cuando se expresa con civismo, merece más admiración y apoyo del que suele recibir".

Respecto a la crisis actual, manifestó no hace mucho Giner que lo de hoy es una pseudocrisis. "La del 29 fue mucho mayor. ¡Eso sí fue una verdadera crisis! Lo que pasa es que entonces no estaba desarrollado el estado del bienestar. La crisis del 29 se notó en el 30, el 31, el 32, el 33... Y en ese tiempo subían Hitler, Stalin, Mussolini..."