"Yo tengo un plato igual", pensó el gallego Toni Varela cuando visitó una exposición sobre el Titanic (Titanic. The exhibition) y de cuyo naufragio hoy se cumplen cien años. Desde que tenía solo cuatro años, comía en una loza idéntica. Para Toni era especial porque su padre, el entonces patrón del buque "Pakea Loureans", Antonio Varela, le había regalado el plato tras recuperarlo de las entrañas del mar, allá por 1981. Había caído en las redes del pesquero con base en A Coruña y desde entonces, la resistente vajilla se manchaba y lavaba con las comidas del chaval que, por supuesto, recordaba con precisión milimétrica la bandera roja y la estrella blanca de la inscripción del anverso. Un sello que luego identificaría, para su asombro, en la película "Titanic" de James Cameron. Veintidós años más tarde de salir del mar, aquel banderín ha servido para demostrar su autenticidad. En efecto, el plato formó parte de la vajilla que usaron los pasajeros de tercera clase del barco más famoso del mundo, el Titanic. La marca era de la compañía checa de porcelana Pirkenhammer, que fue la que hizo los platos para White Star Line, propietaria del mítico buque.

El presidente de la Fundación Titanic y director de la exposición, Jesús Ferreiro, se tropezó en 2006 con la historia de esta pieza, que desveló en un programa de televisión recientemente –tras realizar la comprobación de autenticidad–. En declaraciones a FARO explicó que pasa por ser "el primer objeto rescatado del fondo del mar del Titanic". Fue recuperada el 1 de septiembre de 1981, cuatro años antes, de que Robert Ballart descubriera los restos del Titanic.

Hoy en día, aunque fue imposible localizar a Toni Varela en el teléfono de contacto que tiene la directiva de la Fundación, y el pesquero gallego ya no consta en los registros de la Autoridad Portuaria de A Coruña, el objeto integra la colección de la exposición –en Barcelona– y valorada en tres millones de euros. Y el experto asegura que siguió comunicándose con él periódicamente. No obstante, duda de si la pieza si procede del naufragio o fue lanzado desde el barco, como era habitual en la época, por los fregaplatos en algún momento de la travesía. En el cuaderno de bitácora consta que faenaban "en la zona de pesca VII h, en aguas al sur de Inglaterra y al oeste de Francia", señala. "Se ha comprobado, gracias a los mapas de las zonas de pesca de los barcos gallegos facilitados por la Cooperativa de Armadores de Pesca de Vigo, que durante los días 10 y 11 de abril de 1912, el Titanic navegó de Southamptom a Cherburg y de este puerto francés al irlandés de Queenstown, justo coincidiendo con las zonas de pesca VII, VII h y VII c", explica Ferreiro en un artículo.

Para el director de la exposición, Luis Ferreiro, piezas como ésta son las únicas voces vivas de la tragedia. Cada una recuerda una historia. Este plato, quizás, la de un tripulante de tercera; los que peor suerte tuvieron en el rescate.

A la cámara municipal de Ílhavo, en Aveiro, y a su racheada costa portuguesa llegaron también cubiertos del mítico buque. La portuguesa Ana Maria Lopes descubrió el secreto a voces que se guardaba entre los habitantes de su pueblo: seis cucharas de plata procedentes del Titanic. Según la tradición oral, tras el naufragio, un barco de pesca encontró un mueble a la deriva que guardaba cubiertos de plata. El velero portugués Trombetas llevó las piezas hasta el puerto de Figueira da Foz, donde atracó el 27 de noviembre de 1912. Su capitán, Joao Francisco Grilo, que era de Ílhavo, acabó repartiendo los cubiertos entre su pueblo.