Benedicto XVI proclamó ayer a tres nuevos santos, entre ellos la monja española Bonifacia Rodríguez de Castro (1837-1905), fundadora de la Congregación de las Siervas de San José, en una ceremonia en la que pidió por los trabajadores, especialmente los que desempeñan oficios más modestos.

A la ceremonia asistió una representación de la Diócesis de Ourense, ya que la congregación fundada por esta beata tiene gran presencia en ella. También acudió una delegación oficial española encabezada por Juan Carlos Campo Moreno, Secretario de Estado de Justicia, así como miles de españoles, en su gran mayoría de Salamanca, la tierra de la nueva santa.

Los otros dos nuevos santos son los italianos Guido María Conforti (1865-1931), arzobispo de Parma, fundador de la Pía Sociedad de San Francisco Javier para las misiones extranjeras (Misioneros Javerianos) y Luigi Guanella (1842-1915), fundador de la Congregación de los Siervos de la Caridad y del Instituto de las Hijas de Santa María de la Providencia.

Con los tres de hoy son ya 37 los santos que ha proclamado en estos años, en los que también ha beatificado a 600 fieles, en su mayoría españoles.

Benedicto XVI trazó un perfil de los tres nuevos santos y destacó el trabajo para referirse a Bonifacia Rodríguez de Castro, que es la primera santa nacida en Salamanca, señalando que desde pequeña tuvo que trabajar para ayudar a la familia, pero que "faenar no era sólo un modo para no ser gravosa a nadie, sino que suponía también tener la libertad para realizar su propia vocación".

"También le daba la posibilidad de atraer y formar a otras mujeres, que en el obrador pueden encontrar a Dios y escuchar su llamada y llevar a cabo su proyecto. Así nacieron las Siervas de San José, en medio de la humildad y sencillez evangélica", dijo el papa de la monja española.

Benedicto XVI subrayó asimismo que santa Bonifacia sufrió el "abandono y el rechazo, precisamente de sus discípulas" y que en ella asumió la cruz con "el aguante que da la esperanza, ofreciendo su vida por la unidad de la obra que creó".

Y es que su vida no fue fácil, debido a las envidias y recelos de las otras hermanas, que lograron destituirla de superiora y la obligaron a trasladarse desde Salamanca a Zamora, donde –en contra de lo que pensaban las otras religiosas– logró abrirse camino e inauguró nuevas casas y ayudó a las mujeres trabajadoras, dedicándose también a la educación.

"La nueva Santa se nos presenta como un modelo en el que resuena el trabajo de Dios. Le pedimos por todos los trabajadores, sobre todo por los que desempeñan los oficios más modestos y en ocasiones no suficientemente valorados, para que, en medio de su quehacer diario, descubran su mano amiga y den testimonio de su amor", dijo el Papa en español.