-¿Repuesto de las celebraciones del 40 aniversario?

-Me costó, me costó; 2009 fue un año de celebraciones constantes y el año pasado me sometí a una cura de silencio.

-Ahora anda metido en el proceso de venta a Feltrinelli.

-Sí, aunque al acuerdo con Feltrinelli llegó enseguida, porque con ellos hay una relación de amistad y una sintonía profesional de décadas. Es una gran editorial pero independiente y con un espíritu similar. Se trata de asegurar el futuro de Anagrama y yo estaré al frente hasta mayo de 2016.

-¿Y después?

-Después, seguirá en la misma estela y servirá como cabeza de puente para América Latina. Feltrinelli tuvo siempre una vocación latinoamericana muy fuerte. Giangiacomo, el padre, fue amigo de Fidel Castro y del Che y fue el primer editor de García Márquez.

-Si hubiera tenido hijos...

-En el mundo editorial, el 90% de los traspasos a los hijos fracasa. Es algo muy personal y la genética no funciona. Se cuentan con los dedos de una mano las editoriales con segunda o tercera generación: Gallimard, con tres generaciones y muchos sobresaltos; Feltrinelli, que es la segunda.

-¿Le da pena?

-Habida cuenta de que los editores no somos inmortales en algún momento hay que tomar una decisión. Me encuentro en plena forma, pero pensando en el futuro y fingiendo ser una persona sensata...

-¿En España no había un grupo independiente que le gustara?

-No. Además, lo importante son las personas y el proyecto. Que sea español o no... tampoco mis ansias patrióticas son excesivas.

-¿Un disgusto para Planeta?

-Aparentemente, no; me felicitaron. Otros grandes grupos se pusieron muy contentos porque Planeta no se quedara con Anagrama.

-Grandes grupos y cada vez más editoriales pequeñas...

-Es un fenómeno internacional. Yo les llamo “los pequeños insumisos” -insumisos al mercado- que apuestan por la calidad. Anagrama apostó por la calidad, tiene 42 años de vida y no nos quejamos.

-Tuvieron “bestsellers”.

-Muchos, pero no deliberados: “El dios de las pequeñas cosas”, “Sostiene Pereira”, “Seda”, “Bella del Señor”, “La conjura de los necios”, no sé cuántos libros de Paul Auster, de Patricia Highsmith, de Carmen Martín Gaite...

-¿Hay que estar atento a todo lo que sale por ahí?

-Hay que tener muchísima información, descodificarla y tener la intuición de apostar por los libros que encajen en la línea editorial y tengan posibilidades de convertirse en bestsellers, porque publicamos muchos libros que sabemos que se van a vender poco pero confiamos en el autor y hacemos una labor a medio o largo plazo. Muchísimos libros de Anagrama, al principio, no se vendieron, desde Kapuscinski a Roberto Bolaño.

-¿Los editores independientes compiten entre sí?

-En Anagrama no competimos y nunca iremos a buscar un autor de una editorial independiente. Es una costumbre que viene del franquismo, donde los editores éramos más cómplices que competidores.

-¿La huida de Vila-Matas, lanzado por Anagrama, igual que Javier Marías?

-En este estadio del capitalismo avanzado suceden estas cosas. Llega un momento en el que autores de prestigio con escasas ventas excitan los deseos de los grandes grupos y pagan cantidades disparatadas sin ninguna esperanza de recuperación. Otro sistema es el de los premios literarios: la cantidad que se paga no tiene nada que ver con un anticipo razonable.

-En Dublinesca, Vila-Matas, habla de un editor en declive y con problemas matrimoniales...

-No se basa en mí. Dublinesca está basado en Vila-Matas y sus problemas médicos. Y ni Anagrama está en decadencia ni tengo problemas matrimoniales ni creo que yo sea el fin de la edición.

-¿Con quién es más difícil negociar, con El Chacal [el agente literario norteamericano Andrew Wylie] o con Carmen Balcells?

-Depende. Con el Chacal tengo muy buena relación, a pesar de que con algunos autores es difícil. Balcells es un personaje más arbitrario. Hay una escuela de chacales y algunas van haciendo su camino.

-¿No se había retirado?

-Casi, aunque creo que la retirará el sepulcro. Viendo como iban los tiros y las agresiones del Chacal, que le quitó los derechos de Bolaño y Cabrera Infante, regresó al puesto de mando.

-Es difícil imaginarlo a usted fuera del puesto de mando, con el control que ejerce en todo.

-Sí, pero uno se hace su composición de lugar.

-¿Escribirá sus memorias?

-Aún no he previsto nada.

-La viuda de Bolaño saca del cajón inéditos sin cesar.

-Eso es un tema entre la viuda y El Chacal. Por razones un poco misteriosas dejamos de tener relación y todo lo que publicamos de Bolaño es por el Chacal.

-Usted es ingeniero, ¿le dio a su padre un disgusto cuando le dijo que quería ser editor?

-Y más aún por ser editor muy izquierdoso, muy combativo y muy represaliado por la censura. Él, como fabricante, era un hombre de orden y conservador y que su hijo no quisiera seguir su senda no le hizo ninguna gracia.

-¿De dónde le viene la pasión por los libros?

-De la lectura, como a los escritores. Tuve otros proyectos editoriales con amigos que no cuajaron hasta que en septiembre de 1967 decidí quemar las naves y me fui a París a visitar todas las editoriales que me interesaban presentándome como editor bajo palabra de honor.

-¿Cuál diría que fue la aportación de Anagrama?

-Un ataque al stablishment desde todos los frentes, desde toda la izquierda heterodoxa: la contracultura, los hippies; la importación de textos y corrientes de pensamiento que no habían entrado en España: el freudomarxismo, la antipsiquiatría, el estructuralismo; y una colección literaria, Informal, que respondía al título porque igual salía la correspondencia del Marqués de Sade que los Sonetos de Shakespeare, escritos egotistas de Stendhal o el primer Tom Wolfe: una colección bellísima pero descabellada. Y Contraseñas, que reflejaba las inquietudes de la época: el nuevo periodismo, Bukowski...

-¿Con qué escritores rió más?

-Amelie Nothomb tiene un sentido del humor de una originalidad tremenda; con Catherine Millet, la autora de La vida sexual de Catherine M. Con Paul Auster y su mujer, Siri Hustvedt. Con Álvaro Pombo me he reído hasta reventar; con Rafael Chirbes, Carmiña Martín Gaite... Con Bukowski cogí una borrachera memorable en su casa de Los Angeles.

-¿Con quién más?

-El alcoholismo es la enfermedad profesional de los escritores y yo añadiría que de bastantes editores. Las veladas etílicas son muy habituales y muy divertidas. En los maestros -Carlos Barral, Gil de Biedma, Goytisolo- funcionaba como carburante para la conversación, la diversión y la creatividad.

-¿Qué escritores no consiguió?

-Juan Marsé estuvo tentado de irse de Seix Barral en cierto momento y venir a Anagrama. Muñoz Molina y Eduardo Mendoza estuvieron a punto y me hubiera gustado también publicar a Hemingway.

-América Latina parece vivir una nueva efervescencia literaria.

-Sí, y hay gente muy interesante, pero no le pongamos etiquetas. En los últimos diez años, el Premio Herralde fue en siete ocasiones a autores latinoamericanos.

-Se ha sumado al ebook.

-No leo libros electrónicos pero tengo que estar al acecho de lo que pasa y los tres grandes grupos editoriales nos invitaron a sumarnos a la plataforma Libranda, respetando el canal librero, pero aún va muy despacio, a ver qué pasa. Estamos en unos tiempos tan mutantes que huelgan los pronósticos.

-¿Qué es más fácil que desaparezcan los libreros o los editores?

-Sería una tragedia que desaparecieran las librerías. Un mundo sin librería sería un mundo hostil e insípido. Confío en que no desaparezcan, son la sal de la vida.