“El 10 de abril hará 99 años -cuenta Paco “el de la Belga,”- que el Titanic partió de Southampton para su destino fatal, y justo ese día cumpliré yo los mismos años. Entenderá usted que, a punto de ser centenario, hayan pasado muchas cosas ante mis ojos. Soy una persona fuerte por dentro, alguien que hubo de endurecerse durante la guerra civil y también trabajar duro en la empresa que montó mi suegro, La Belga, que fue honra de la industria viguesa y gallega. No voy a ocultar que a mi edad uno ha vivido alrededor más bajas de amigos en el combate contra el paso del tiempo que en la guerra civil. Claro, vi pasar dos guerras mundiales y, en España. la monarquía de Alfonso XIII, la dictablanda de Primo de Rivera, la República, el franquismo, la monarquía parlamentaria actual... “

Deportes . “Siempre fui muy aficionado al deporte. En Balaídos hacía atletismo, incluso lanzamiento de martillo. Remé también al comienzo de los años 30 en el Club Marítimo, nada que ver con los medios actuales del Náutico que le sucedió. Había un chamizo de madera y dentro un banco corrido, dos botes de remos y dos traineras, de esas marineras. Remaban unos y otros nadaban en la dársena, donde había una cañería que vertía porquería de Vigo, pero nadie se ponía enfermo. Recuerdo a muchos, como mi amigo Paco Steinbruggen, cuyo padre era el del Cable Alemán y murió el pasado año con 95; a Lumbreras; a Alberto Acuña y Alfonso Novoa, con los que construí en 1932 unas piraguas formidables con planos ingleses; a Manuel López Valcárcel; a Luis Torras, con el que hice la mili y sigue pintando a sus 98”...”

La guerra. “De la guerra tengo historias para dar y tomar; soy un quinto del 33 con la República que movilizó Franco y llegó a teniente. No me amedrenta la muerte después de ver caer tantos a mi alrededor en esa guerra en que hice todo el frente norte, de Asturias a Cataluña pasando por el “cinturón de hierro” de Bilbao. No voy a contarle batallitas pero las tengo de todos los colores, para dar de comer durante años a un ilustrador de Hazañas Bélicas” .

La boda. “Cuando acabada la guerra, vuelto a Vigo, decidimos casarnos, le pedí permiso al general a cuyo servicio estaba destinado. Me dijo cuántos días quería, le dije que quince y, aunque me lo concedió, me respondió que él había pedido dos para su boda, y le había sobrado uno. Nos casamos en la iglesia de Santiago de Vigo, el convite fue en el hotel Continental y, al concluir, salimos para coger el tren a Santiago con retraso. Menos mal que mi padre era el Jefe de la estación de Vigo y no dio salida hasta que llegamos mi mujer y yo. Eran otros tiempos”.

La Belga. “Yo quería seguir en el ejército pero tanto me insistió mi suegro que solicité al principio de los años 40 mi licencia y empecé a trabajar en la cristalería. Pasé la vida en una lucha constante con la competencia, que era muy fuerte, de Unión Cristalera. ¿Cuántos comercios de Vigo fueron proyectos realizados por La Belga desde esos años 20 en que mi suegro la abrió y a cuántas instituciones pusimos vidrieras artísticas, los únicos que lo hacíamos en Galicia? Innumerables, trabajando con arquitectos de renombre como Gómez Román. Entre los años 40 y 70 montamos gran parte del mejor comercio vigués (por no hablar de otros puntos de Galicia) y muchas iglesias gallegas tuvieron o tienen vidrieras nuestras. Podría contar mil anécdotas como cuando el cardenal de Santiago, Quiroga Palacios, me encargó una vidriera que debía reproducir a San Rosendo, para lo que me dio una estampa del santo. Cuando se la entregamos se disgustó mucho porque decía que parecía San Benito y hube de arreglarlo. Otro cardenal, Eijo Garay, obispo de Madrid, habló conmigo porque en la iglesia que hizo en el Castro de Vigo tenía ocho huecos para poner vitrales pero le faltaba un motivo para uno de ellos; yo le propuse que podíamos poner su efigie y, tras contestarme “vanitas, vanitatis” aceptó que pusiera su escudo”.

Luces de neón. “Cuando vino la época del neón, que lo trajo de Portugal a Vigo Carlos Estévez Villaverde, en toda España no se conocía. Los primeros que empezamos a instalar tubos fluorescentes aquí fuimos nosotros. Al principio quisieron multarnos por exceso de luz (era la posguerra), hasta que mostré que gastaban menos”.

Viajes. “El primer viaje que hice al extranjero fue con cristaleros españoles, a París. De una exposición con los últimos adelantos traje unas ventosas para manejar grandes lunas aquí desconocidas. Luego viajé por mucho mundo, de trabajo o placer. Tenga en cuenta que llevo jubilado un cuarto de siglo, tengo tiempo libre.