Gran conocedor de la figura de Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de Sargadelos, el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Santiago de Compostela Pegerto Saavedra desvela algunos aspectos del creador del primer gran complejo industrial de Galicia cuando se cumplen 200 años de su violenta muerte.

-Comerciante, armador, industrial? lo que se dice un espíritu emprendedor. ¿Fue realmente el marqués de Sargadelos el primer gran empresario industrial de Galicia?.

-Antonio Raimundo Ibáñez, más conocido hoy como "marqués de Sargadelos", fue el creador del primer gran complejo industrial de Galicia, formado primero por una siderurgia (década de 1790), a la que hacia 1806 se añadió una fábrica de loza. Según parece proyectó también crear una instalación textil y otra de vidrio, pero no se llevaron a efecto. Pero hay que tener en cuenta que a fines del siglo XVIII Galicia era un territorio que ofrecía ciertas oportunidades a los emprendedores: tenía un sector textil muy importante y difundido, centrado en la fabricación y exportación de lienzos; funcionaban en la Galicia oriental, en las comarcas asturianas limítrofes y en el Bierzo, varias ferrerías y muchos mazos y fraguas; los catalanes estaban introduciéndose en el sector pesquero y las fábricas de curtidos comenzaban asimismo a difundirse por varias localidades. Había una nueva burguesía comercial, en gran medida de origen foráneo, de la que también forma parte Ibáñez, y Ribadeo era un puerto dinámico, por la introducción de lino del Báltico, de hierro del País Vasco, de bacalao y otros productos. Ibáñez es sin duda un hombre con iniciativas y determinación, pero no hay que olvidar el medio en que actúa: la economía gallega era entonces más diversificada de lo que a veces se piensa.

-Hay quien sostiene que la propia figura del marqués, un personaje tan peculiar, ha ensombrecido su propia obra en Sargadelos?.

-Yo creo que Ibáñez se benefició en cierto modo (y es un beneficio no deseado, obviamente) de las circunstancias trágicas de su muerte, y de leyendas o rumores que circularon a raíz de ese episodio; también del significado que Sargadelos tiene hoy, merced a Seoane y a Díaz Pardo fundamentalmente, para Galicia, que no es el que tenía en sus orígenes. Me parece que las iniciativas empresariales de Ibáñez han sido bien destacadas por la historiografía; a veces incluso exageradas, pues no fue el creador de los primeros altos hornos que hubo en España (sí lo fue de los altos hornos de iniciativa civil, pero desde la primera mitad del XVII existían altos hornos para producir material bélico, promovidos por la monarquía).

-¿Por qué hay tantas sombras en la biografía de Antonio Raimundo Ibáñez?

-Es lógico que existan sombras en la biografía de una persona que, como muchas otras de su época, no dejó documentos del tipo de memorias o diarios, y que hasta la puesta en marcha de la siderurgia era un comerciante de cierta importancia, pero de menos caudal que otros de Santiago o Coruña. Su actividad hay que reconstruirla a través de la documentación notarial, judicial y de otra naturaleza (memoriales, expedientes...). De todas formas creo que hoy estamos relativamente bien informados de sus peripecias, gracias sobre todo al historiador coruñés fallecido hace pocos años Antonio Meijide Pardo, cuyos "Documentos para la historia de las reales fábricas de Sargadelos" son fundamentales. Hay que mencionar también a Xoán Carmona, que situó en su contexto la obra empresarial de Ibáñez.

-Se cita su desplazamiento a Cádiz para cobrar una comisión como el origen de su fortuna. ¿Tan hábil era como comerciante?

-Circula, en efecto, esa noticia, que puede o no ser cierta. Lo que sí se sabe es que comenzó su relación con el mundo del comercio en la casa de los Arango-Mon, hidalgos de la parroquia de Vilaselán (a las puertas de Ribadeo), con antepasados en Indias y patrimonio en Cádiz, y tal vez el dinero ajeno que administró durante un tiempo lo utilizó para hacer negocios particulares. Esto no era extraño en la época, como tampoco empezar como mozo en el ámbito de una familia, para luego independizarse. La carrera de Ibáñez en este aspecto no presente grandes novedades; lo más destacable es el salto que da del comercio a la inversión en una gran instalación industrial (y no hay que olvidar que lo hace asociado al burgués compostelano José Andrés García, que le ayuda a financiar Sargadelos).

-¿Cuáles fueron los motivos que le llevaron a elegir la parroquia de Santiago de Sargadelos como sede de su complejo industrial?

-Una fundición necesitaba agua, recursos vegetales para fabricar carbón y mineral. Los dos primeros elementos eran fundamentales, pues el mineral podría importarse de Vizcaya y Guipúzcoa (como hacían algunas ferrerías próximas al río Eo); en Sargadelos había agua, estaba próxima la dilatada fraga de A Rúa, en la Mariña había mineral de hierro (se extrajo de Reinante y otras feligresías) y, a mayores, el caolín de Burela era muy adecuado para construir los hornos.

-¿Cómo era la sociedad rural gallega en aquella época?

-Simplificando un poco puede decirse que la sociedad rural estaba formada por campesinos y rentistas, incluyendo entre los últimos a los eclesiásticos (rectores parroquiales, cabildo de Mondoñedo...) y a los hidalgos. Pero muchas familias campesinas tejían lienzos para exportar, salían a las siegas a Castilla... En las aldeas había comerciantes de lienzos, de ganado; había escribanos... La sociedad era más abierta de lo que pensamos, pues las personas se movían mucho, las ferias y mercados rurales se multiplicaran... de modo que viajaban las gentes, los productos y las ideas.

-Como ilustrado, ¿buscaba el desarrollo de la comarca o sólo defendía sus propios intereses?.

-En sentido estricto, Ibáñez no es un ilustrado, vale decir, una persona con una formación intelectual amplia, conocedor de las modernas corrientes filosóficas de Francia, Inglaterra, Italia... De su formación en este aspecto se sabe poco; por sus escritos se ve que era, ante todo, una persona pragmática, de acción. Yo creo que él no percibía contradicción alguna entre buscar sus intereses y a la vez promover el desarrollo de la comarca; probablemente era sincero cuando defendía la utilidad social de sus iniciativas, y en cierto modo hay que recordar el naciente liberalismo sostenía que el interés particular no estaba reñido con el bien común.

-Los primeros lingotes de hierro colado de la fábrica se enviaron a Ferrol en septiembre de 1794 para lastre de los buques de la Armada. ¿Cómo influyó en el desarrollo de la siderurgia la construcción naval militar de la época?

-Ferrol tuvo en la segunda mitad del siglo XVIII un impacto notable en la economía gallega. Basta pensar en que esta villa tenía en l750 unos 1.500 habitantes, y que en la década de 1780 llegó a alcanzar cerca de 30.000, covirtiéndose en el núcleo urbano más grande de Galicia (en 1787 Santiago tenía unos 17.000 habitantes, A Coruña 12.000 y Vigo unos 3.500). La demanda de hierro para los barcos que se construían, de productos de cuero, de lonas..., impulsó esos sectores en diversas comarcas de Galicia. Antes de que Ibáñez presentase, en 1788, su proyecto de altos hornos, hubo otros dos, que no prosperaron; pero esta expansión de la siderurgia venía determinada _-como señaló Xoán Carmona- por la demanda de los arsenales de Ferrol.

-El marqués de Sargadelos muere de forma violenta el 2 de febrero de 1809 a manos de los vecinos. ¿Le mataron por "afrancesado" o el motivo real habría que encontrarlo en el malestar de los caciques de la zona?

-Los franceses estuvieron muy poco tiempo en Galicia, apenas seis meses, y en consecuencia posibles afrancesados apenas tuvieron ocasión de manifestar sus ideas (algunos sí lo hicieron; por ejemplo varios profesores de la Universidad de Santiago). Aparentemente Ibáñez no fue afrancesado, pero al respecto hay que tener en cuenta situaciones locales. Por ejemplo, si Ibáñez viviese en Santiago, ocupada unos meses por los franceses, ¿se habría o no adherido a ellos?; en Ribadeo la situación era distinta. En todo caso, yo pienso que su muerte no tuvo que ver con un supuesto afrancesamiento; esa fue la excusa; de ser afrancesado, no lo sería el solo, en una villa con una burguesía comercial dinámica. A mi juicio (y se trata de una hipótesis) su muerte fue, en realidad, el epílogo del motín popular de 1798: lo que entonces no habían conseguido sus numerosos enemigos hallaron ocasión de llevarlo a término en las circunstancias turbulentas de comienzos de febrero de 1809: el ensañamiento con su cuerpo en la "agras" de la aldea de Dompiñor, el anonimato de un crimen cometido a plena luz del día y la frialdad de la partida de defunción redactada por el rector de la parroquia Ribadeo dan idea de que había unas ansias de venganza que venían de muy atrás.