Mientras las orquestas París de Noia o Los Satélites ofrecen sus bises de fiesta en fiesta, miles de gallegos aguardan música en directo pero con otro estilo. La primera cita del calendario estival para los "festivaleros" tendrá lugar este fin de semana, en la parroquia moañesa de Domaio, en Pontevedra. En un entorno natural protegido, el Festichán comenzará hoy. A la primera edición de 2004, acudieron 5.000 personas. El pasado verano, unas 12.000. Para evitar que nada moleste a tan ingente gentío, contratar y acoger a las bandas, dispensar bebidas en las barras y limpiar las colillas olvidadas en el monte, no más de 20 personas de la organización, la Asociación Patajullos.

"Este año, hicimos una convocatoria a través de la prensa para conseguir más gente en la organización y logramos cinco personas más", explica orgulloso Juan Zamora, secretario del colectivo. "Con ellas y las anteriores, decidimos tirar hacia adelante. Si no las hubiéramos conseguido, no se habría hecho el festival", añade.

La falta de manos para repartir carteles, llamar a managers y prensa no es el único problema de los festivales gallegos organizados por asociaciones sin ánimo de lucro. El botellón, cada año, les muerde la yugular.

"Es un gran problema. Casi el 75% del presupuesto del Festichán -que este año asciende a 53.000 euros- lo sacamos de la barra. Si la gente viene con sus propias botellas, no hay suficiente dinero. Queremos, explica Zamora, concienciar de que eso puede acabar con esta iniciativa como sucedió con la Noite do Trasno" de Cabo Udra que, tras seis años de música, este 2008 ha sucumbido al silencio.

El botellón se ha convertido en un mal que amenaza a muchas iniciativas. De julio a septiembre, Galicia acoge más de 20 festivales. De los 17 que se recogen en el gráfico, 13 son gratuitos, lo que supone el 76% del total.

Para evitar que un festival esté a expensas de un público comprensivo o egoísta, ha nacido el proyecto Festivales Galicia Escoita que agrupa a seis iniciativas de la comunidad. "No queda más remedio que profesionalizarse. Hay muchísima oferta de festivales. Existe la sensación de la crisis del ladrillo de que, a lo mejor, llegará un punto en el que se saturará. Con "Galicia Escoita", pretendemos unir esfuerzos mediante soluciones comunes para problemas comunes", explica Joaquín Martínez, uno de sus impulsores además de director de La Fábrica de Chocolate.

La guerra del talonario

La proliferación de festivales en España ha provocado, recientemente, críticas por parte de algunos promotores que acusan a ciertos eventos de "robarles" sus artistas incrementando el caché. "Está habiendo una guerra entre patrocinadores con instituciones locales y autonómicas apoyando la contienda para traer a sus ciudades lo mejor, aumentando los cachés de grupos y, lo que es peor, utilizando el dinero público para eso", señala Martínez.

Galicia, de momento, parece escapar a esa locura del talonario. "No, aquí no tenemos guerras entre los festivales. Estamos más unidos que nunca. No pienso que nadie se plantee entrar en esa lucha", apunta el director de La Fábrica. En determinadas zonas, incluso "hay una hermandad, como en O Morrazo", puntualiza Juan Zamora del Festichán. "Por eso, nos echamos una mano entre las organizaciones", añade.

No obstante, siempre se corre el riesgo de que un grupo precontratado decida irse con el mejor postor. "A nosotros nunca nos pasó, pero sí que ocurre que a lo mejor se firma un contrato con una banda, llega otro festival y la ficha pagándole más y obligándole a dar sólo una actuación en la región o en el país, por lo que deben romper el contrato con el primer festival. Con nosotros, los grupos se han portado bien, al ser una asociación sin ánimo de lucro, nunca nos suben las actuaciones por encima de los 4.000 ó 5.000 euros. Claro, que también los tratamos bien", detallan desde el Festichán.

Frente a estos problemas, el festival veterano de la comunidad, el de Ortigueira, se nutre de financiación privada como Caixa Galicia, Vegano (Coca Cola); la Diputación de A Coruña y el Xacobeo, este último incrementando su aportación y encargándose incluso de la organización hasta llegar este año a los 750.000 euros de presupuesto para seguir logrando que Ortigueira sea uno de los festivales folk del mundo.