En el Barrio Copto de El Cairo hoy reina la tranquilidad, sólo rota por el paso de grupos de turistas que han decido visitar el corazón de la comunidad cristiana en este país de mayoría musulmana.

Los coptos optan hoy por quedarse en sus casas, recogidos con los suyos, o bien dedican el día a labores de caridad con los más desfavorecidos, especialmente los huérfanos que no tienen una familia con la que pasar la festividad.

La calma en el Barrio Copto contrasta con las celebraciones de los últimos días, en los que se han abarrotado las iglesias de la megalópolis para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

El capítulo más emotivo de la Semana Santa se vivió en la noche de ayer, entre las 9 y las 11, cuando miles de fieles se congregaron en los templos de la ciudad para recordar la victoria de Cristo sobre la muerte.

Una eucaristía para la que los fieles sacaron del armario sus mejores galas, y que puso fin a 55 días de abstinencia en la que no se pueden tomar productos de origen animal.

Iluminados exclusivamente con velas, los creyentes oran al unísono hasta que se encienden las luces de la iglesia, y el rezo se rompe por el júbilo de los aplausos. El Señor ha resucitado, exclaman los fieles, y el ayuno, por este año, llega su fin.

Tras la eucaristía, las familias se reunieron alrededor de la mesa, y disfrutaron, casi dos meses después, de abundantes platos de carne y pescado.

Un día antes, los fieles habían pasado más de siete horas de misa en los templos para recordar, paso a paso, la pasión de Cristo.

Sin embargo, hoy, Domingo de Resurrección, en los templos se respira un ambiente mucho más sosegado, ya que muchos cristianos han dedicado la mañana a labores de caridad, acudiendo a orfanatos o a zonas desfavorecidas de la ciudad para llevar alimentos y ayudar en lo posible.

En la Iglesia de la Virgen, en el barrio de Zamalek -una de las zonas más ricas de la capital egipcia- decenas de niños se divertían con un payaso o montados en los dos castillos hinchables que se han dispuesto en el patio del templo.

"Son todos huérfanos", explica Bassen Samir, un dentista de alrededor de cuarenta años que lleva la cara pintada como un león y que corre de aquí para allá junto a los pequeños.

A su lado, un sacerdote copto, con su larga túnica negra y su característica barba blanca, come palomitas mientras se divierte con los niños, a la espera de pasar al comedor.

"Es un día muy importante", asegura Samir, "y se lo dedicamos a la gente más desfavorecida".

Los cristianos que han decidido acudir a las iglesias charlan tranquilamente en los patios interiores o sentados en los bancos, frente al altar.

Este es el caso de Wael Ghobrayal, un joven egipcio que trabaja como taxista en Estados Unidos, pero que decidió tomarse unas vacaciones para celebrar la Semana Santa en su país y que hoy se ha pasado por la Iglesia Colgante, en El Cairo Copto.

Ghobrayal explica que estos siete días son muy importantes para él. Sonríe cuando se le pregunta por el final del ayuno, y subraya que "el cien por cien de los cristianos de Egipto" cumplen con esta tradición. "¿En España no es así?", pregunta.

Este joven conoce la costumbre de sacar en procesión imágenes religiosas, pero explica que en Egipto no ocurre así.

"Tenemos iglesias muy grandes", explica, aunque inmediatamente después confiesa que otra de las razones es la "discriminación".

Los coptos representan el diez por ciento de los más de 75 millones de habitantes de Egipto, y aunque su fe está reconocida por el Gobierno, las manifestaciones religiosas en el exterior de los templos cristianos no son habituales.

Una Semana Santa que se vive de puertas para adentro, pero que conserva, como pocas, la devoción de los orígenes.