"Le debo todo a Alcohólicos Anónimos", señala José B. Su vida es un buen ejemplo del proceso que experimentan estas personas: empezó a beber cuando contaba con unos 17 años e ingresó en la comunidad cuatro décadas después. "Tenía problemas con la familia y en el trabajo y para desahogarme me refugiaba en el alcohol, llegó un momento que me emborrachaba con una simple cerveza".
En paralelo, los problemas con el entorno y en general los derivados de la falta de control de impulsos se multiplicaron, al igual que las lagunas de memoria.
Sus hijos le hablaron del programa de Alcohólicos Anónimos, una alternativa que también le recomendó su psiquiatra. "Al principio no lo tomaba en serio, pensé en ir un día para tener contenta a la familia, pero al final ha sido la mejor decisión".
Las personas que llegan al grupo son recibidos por otros ex alcohólicos. "También empezamos como ellos y nos ayudaron otros veteranos, hemos seguido haciendo el programa y ahora continuamos la cadena: cuando llevamos un tiempo sin tocar el alcohol vamos recibiendo a la gente nueva".
En adelante, el programa de Alcohólicos Anónimos se fundamenta en terapias de grupo. "Es espiritual", explica José B. "habla mucho de Dios pero entendido como cada uno lo conciba, no tiene por qué ser el de los católicos sino que es un programa para todos; además nos regimos por doce pasos y doce tradiciones".
José B. lleva actualmente 11 años sin consumir alcohol, sin que episodios especialmente estresantes como la pérdida de empleo lo hayan hecho recaer. Ahora tiene un nuevo trabajo y sigue yendo a las reuniones, donde "todos somos iguales, yo me siento un acompañante y a todos nos da fuerzas para continuar el ver a un nuevo que después de un tiempo sigue sin beber... Siempre cuento a los jóvenes lo mismo, que bebí durante unos 40 años y si yo pude dejarlo cualquiera puede".
