Juanma Rosales tiene esclerosis múltiple y hemocromatosis sanguínea hereditaria. Fue prejubilado de la Guardia Civil hace cinco años, por lo que para él "todo esto es un mundo nuevo".
"A los que tenemos algún tipo de discapacidad no nos gusta que nos llamen minusválidos. Yo no soy menos válido que otra persona que esté en activo", asevera.
En su opinión, "aunque se diga que el mundo laboral está abierto a todo el mundo, no lo está. No se cumple la Ley de Integración. Las empresas no la cumplen y el Gobierno no lo controla", critica.
En este sentido, asegura que "hay mucha picaresca". "En ocasiones dicen que nos han contratado cuando no es así. Se embolsan la ayuda, pero nosotros seguimos en el paro".
Para Rosales, haber comenzado a hacer este tipo de cursos ha supuesto también una forma de sociabilizar y empatizar con otras personas.
Por su parte, Isabel Jiménez, que tiene una discapacidad física del 36 por ciento a raíz de un accidente de tráfico, explica que "yo trabajo de lo que me salga: cajera, limpiadora, dependienta...". Aunque el área sanitaria es la que más le atrae.
La andaluza, de 42 años, pasó ocho años en un hospital. "Sufrí trece operaciones y estuve un año acostada. Yo creo que por eso me gustaría trabajar en algo relacionado con la sanidad, porque es un mundo que viví muy de cerca", dice.
"Me han dicho que estos cursos vienen muy bien, y en mi caso todavía más, ya que solo tengo la EGB", explica.
Al igual que sus compañeros, recalca que las personas con discapacidad "no somos menos válidos". "Tengo mis limitaciones, claro que sí, pero puedo trabajar igual que los demás", recalca.
