El domingo 2 de agosto tendría que haber sido recordado por ser una fecha feliz para la familia de las dos niñas asesinadas a manos de su padre. Una prima de las pequeñas iba a celebrar ayer la Primera Comunión, pero esos planes se truncaron del modo más atroz posible este pasado viernes por la mañana.

La alegría, risas y buenos momentos habituales en cualquier banquete o celebración social de este tipo fueron abruptamente reemplazados por la jornada más triste que cabría imaginarse. Un día en el que una madre rota por el dolor tuvo que despedirse para siempre de sus dos hijas de 4 y 9 años, víctimas de unas de las muertes violentas más difícilmente comprensibles, a manos de su padre y por las heridas causadas con una herramienta tan escabrosa como una sierra radial.

Por otro lado, las niñas fueron asesinadas el último día que iban a estar en casa de su progenitor y verdugo, con quien pasaban parte de las vacaciones de verano. Al día siguiente la madre iba a ir a recogerlas a la vivienda ubicada en el lugar morañés de O Casal en la que se produjeron los hechos.