Empanadas, lareiras, mucho dengue y media de ganchillo, vino de Ribeiro y, por descontado, marisco por todas partes. Son los leitmotiv de la instalación "Apostalado Galaico", una revisión crítica de la imagen que las postales de los años sesenta y setenta ofrecían de Galicia, una reinvención plenamente kitsch que apostaba por los colores (hasta por falsearlos: los cielos son siempre de un intenso azul y no llueve jamás) para retratar a los lugareños que son, por descontado, en su totalidad amables campesinos y marineros.

Las 174 postales que protagonizan la exposición pertenecen al escritor y editor Enrique Acuña. Éste apuesta por un coleccionismo activo y creativo y señala que "empecé a reflexionar sobre los mensajes que daba la postal dedicaba a Galicia de esas dos décadas, que siempre era por editoriales de fuera de Galicia, me llamaban especialmente la atención las que estaban dedicadas a mariscos y en general a las comidas".

Fueron las que tuvieron un mayor éxito comercial: el turista las compraba en Baiona, Ribadeo, Sanxenxo o Santiago para enviar a sus familiares "y presumía de lo que había comido y lo barato que era, era un medio de comunicación muy barato y utilizado".

En fases sucesivas Acuña incorporó a la colección "todas aquellas imágenes con trajes supuestamente patrimoniales, lo que antes se llamaba traje regional gallego, que coincidía con la estética de los grupos de coros y danzas de la Sección Femenina, porque hay que recordar que todas las postales se editaron durante la dictadura del general Franco".

En un momento en que buena parte de la sociedad disfrutaba ya del arte pop, la nueva música rock o del cine de la Nouvelle Vague y que daba la espalda a viejas costumbres sociales (se generaliza la minifalda, el biquini, la televisión, el turismo, el uso del transporte privado, el hombre había llegado a la luna etc), las postales "intentan introducir en el paisaje gallego toda una serie de elementos y personas que ya formaban parte de un pasado que no existía, era la reintroducción en Galicia de unos indígenas que habían desaparecido", subraya el comisario de la exposición.

Todo ello coincide con la estética corporativa de los citados coros y danzas: rojo y negro en los trajes y la bandera de España en el bordón de todas las gaitas. "La idea final era dar una visión edulcorada de Galicia, hasta el punto de cambiar los cielos en la edición e impresión".

Otro elemento es que transmitía una religiosidad popular inexistente, por ejemplo con jovencitas rezando ante los cruceros a modo de ofrecidos.

¿Quienes son retratados en las postales? Enrique Acuña explica que "la totalidad de los que posan como marineras o campesinas realmente son señoritas y chicos de las ciudades, de las villas, que formaban parte de esos grupos de coros y danzas, de modo que en las fotografías esas supuestas gallegas por la forma de maquillarse o simplemente por el bronceado ya se ve que en ningún momento eran esas supuestas labriegas o pescantinas".

El coleccionista reconoce sentir por estas protagonistas "una relación de amor-odio, porque transmiten una visión repintada de Galicia pero tienen algo que las hace entrañables". Lo son por esa imagen imposible que transmiten y también por ese regusto pop, con colores muy propios de la época que se vinculan al Eastmancolor de la cinematografía B de la época.

De hecho, el montaje de la instalación busca ser un gran fotograma, "que también lo hace coincidente con aquel cine franquista de Xan das Bolas o de Torrado, son escenas imposibles: fotografías ante el hórreo, ante la capilla, ante la lareira recreada del pazo y, como no, ante el Parador de turismo".

Otras intentan reflejar los avances de las ciudades: gaiteiros ante el nuevo rascacielos en Ourense o ante elementos radicalmente kitsch como la capilla de A Toxa cubierta de conchas.

Como contrapunto a tanto lienzo repintado, se exhibe obra fotográfica de Xulio Gil, actual Premio da Crítica de Galicia, agrupada bajo el título de "Re-postais galaicas" y que constituye una visión reinterpretada y contemporánea de lo que serían esas postales. También un vídeo de Sabela Vázquez Díaz, en donde se utilizan esas postales introduciendo mensajes de la clandestinidad antifranquista de la época.

Una frase de Milan Kundera interpela al espectador: "El verdadero enemigo del kitsch totalitario es el hombre que pregunta".