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Aurelio Blanco Trincado: "Mi forma de ser me enseñó a escuchar, algo de lo que adolece la sociedad actual"

"Llevo luchando desde hace casi 40 años por un museo en Valdeorras, pero no se me atiende"

Aurelio Blanco Trincado. // Brais Lorenzo

Aurelio Blanco Trincado (O Barco de Valdeorras, 1940) lleva toda una vida dedicando tiempo y esfuerzo a ayudar a los más necesitados. Desde que tenía 8 años, edad en la que ayudaba al sacerdote del pueblo como monaguillo, Aurelio Blanco aportó en más de una veintena de asociaciones humanitarias (Acción Católica, Cáritas, Cruz Roja, Amigos del Museo, "A Raia, amigos de Portugal", Consejo de Salud, Asociación de Vecinos "Porto da Barca", Hermandad de Donantes de Sangre, miembro de honor y fundador de Asvafal, Centro de Deportes Barco, entre otras) su grano de arena para construir una sociedad más inclusiva y feliz. Por todo ello, sus vecinos han querido homenajearle con una cena sorpresa.

-¿Qué le llevó siempre a ser tan servicial con la gente?

-Quizá haya sido algo que heredé de mis padres. Fueron personas entregadas. Es una inclinación natural que he tenido y una satisfacción importantísima. Nunca lo consideré un esfuerzo o un sacrificio. Mi madre se quitaba la comida y la ropa para dárselas a los demás. Mi padre era un funcionario íntegro, jamás permitió que nos dieran un regalo por su puesto de trabajo y él tampoco los admitía. Esa conducta de vida austera y generosa me contagió.

-¿Qué le ha enseñado esta forma de ser a Aurelio Blanco Trincado?

-Me enseñó a ser muy receptivo, a saber escuchar, algo de lo que adolece la sociedad en estos momentos. Escuchar es una terapia importante para los que tienen problemas. También a poner empeño a poner solución a los problemas de los demás. Me ayudó a no temblar cuando la gente me venía llorando.

-¿Se esperaba recibir un homenaje de los vecinos?

-Siempre he sido bastante enemigo de este tipo de homenajes. En esta ocasión, me pillaron desprevenido, me enteré cuando estaban colocados los carteles anunciadores (ríe) y ya no tuve más remedio que aceptarlo. Sobrevaloraron mi trabajo y mi entrega. Es una satisfacción grande. Cuando se reconoce lo poco que hicimos por la sociedad, se agradece.

-Dice "poco". ¿Cree que pudo haber hecho más en beneficio del resto?

-Si llego a haber hecho más, tendría que haberme retirado de mis profesiones y divorciarme de mi familia. Cuando asumí la responsabilidad de las oenegés que presidí o fundé, mi despacho, mi casa y la calle estaban siempre abiertas a todo aquel que me necesitara. Dediqué tantas horas a las oenegés como a mis profesiones. En mi despacho, no había dos filas para hablar conmigo: se juntaban clientes con beneficiarios de las asociaciones.

-¿La sociedad le ha devuelto todo el trabajo que ha dedicado a ella?

-Me ha devuelto mucho más de lo que yo recibí. El mayor regalo que tuve en el homenaje fue recibir la visita de la presidenta y cuatro beneficiarios de Asvafal (Asociación de Familiares de Personas con Discapacidad Intelectual de Valdeorras), que yo fundé. Que me llamaran 'pai' me llegó al alma.

-¿Asvafal es de lo que más orgulloso se siente?

-Fue una iniciativa personal cuando era presidente de Cruz Roja. Tenía la idea de crear una oenegé de ayuda a estas personas desde pequeño, son las más vulnerables. De las muchas satisfacciones que tuve en toda mi vida, esta puede ser la niña de mis ojos: la vi crear, tuvimos dificultades y salió adelante sin grandes recursos. La integración social de estas personas y su preparación para el mundo laboral me compensó con creces todas las horas y domingos y festivos dedicados a ella.

-Usted fue concejal del Concello de O Barco. ¿Se puede ayudar al ciudadano tanto como se quiere en el mundo de la política?

-Esa etapa fue mi sombra en la vida (ríe). Lo fui sin dejar de lado el resto de actividades. Siempre apoyé el interés del pueblo. Fui un poco rebelde, la disciplina de partido la admitía hasta cierto punto. Cuando se trataba de votar presupuestos, me olvidaba de esa disciplina y votaba en consciencia. Eso no gustaba. En política, no se puede ayudar como se quiere. El poder está en las instituciones, pides por algo justo y no te lo conceden si no vende. Es frustrante.

-¿Ha habido algún episodio en su vida que le haya hecho pensar en un cambio de forma de ser?

-No. Pienso exactamente igual desde pequeño. Seguí una línea que me pareció que era la acertada. Tuve muchas satisfacciones y algún disgusto (ríe). Nunca cambié.

-¿Qué le queda a Aurelio Blanco Trincado por cumplir?

-Tantos sueños. Aquí mismo (en Valdeorras), llevo luchando desde hace casi cuarenta años por un museo. Fui coleccionista y estoy deseando todo lo que tengo: la parte documental y los objetos, pero no se me escucha. Políticamente, se hace lo que parte de los políticos, no es fácil que asuman las iniciativas de otros y te sientes solo. Tengo piezas mías en otros museos de A Coruña, Fene y colegios. No me dejan, no encuentro la receptividad de la Xunta o de los ayuntamientos. Un pueblo sin museo es culturalmente pobre.

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